Opinión

Aguirre, la cólera de Dios

No. No voy a hablar de doña Esperanza, aunque vuelva a estar de moda. Como estamos hasta las cejas de los de siempre, cambiaré de tema. Voy a hablar de cine. Por razones literarias difíciles de explicar aquí estoy revisando una buena serie de películas antiguas y he vuelto a ver una mítica y fabulosa que les recomiendo. Fabulosa por excesiva: "Aguirre, la Cólera de Dios".

Dejando aparte la genial interpretación de Klaus Kinski, que era un animal en el sentido exacto de la palabra (sobre todo con sus hijas), y de quién nunca sabremos si estaba loco de verdad o no, la película de Werner Herzog de 1972 se adelantó a “Apocalypse Now” de Coppola unos cuantos años. Y Coppola no tuvo que vérselas con un Marlon Brando desquiciado amenazándolo a punta de pistola. Herzog sí. Klaus Kinski era esa clase de tipo, uno directo como un crimen.

Aguirre era natural de Oñate (Guipúzcoa), un personaje del XVI violento, impredecible, brutal. En 1559 se unió a la expedición a la búsqueda de El Dorado de Pedro de Ursúa, el gobernador de Omagua al que acompañaba su amante Inés de Atienza, “la mujer más hermosa del Perú”. El calor, la selva, los mosquitos, la belleza de Inés –única mujer de la expedición–, el río Marañón y las enfermedades convirtieron aquello en una locura surrealista, más propia de una novela de García Márquez que de la realidad. Aunque quienes conocen Aracataca, el Macondo de “Cien áños de soledad”, aseguran que no hay fantasía en el relato del Nobel pues el pueblo es así. Lo creo. Yo mismo podría contar unas cuantas anécdotas de mi pueblo aquí mismo y sonarían a ciencia ficción.

Volviendo a la expedición, la participación de Aguirre convirtió aquella gesta en una aventura sangrienta. Aguirre mató a Ursúa, a Inés y a los tres capitanes del gobernador. Después se autoproclamó “Príncipe de la Libertad y de todos los reinos de la Tierra Firme y de Chile”. Le escribió una carta a Felipe II y le declaró la guerra desde Isla Margarita. “Rebelde hasta la muerte seré, rey, por tu ingratitud”, le decía. Lo mataron las tropas españolas en Barquisimeto después de que él mismo hubiera acuchillado a su hija Elvira (por suerte para nosotros Elvira aún no era Natassja Kinski).

Una epopeya que el cineasta de Munich rodó como una pesadilla y dibujó minuciosamente en planos que parecen pintados uno a uno, con la pluma de ave precisa y pulcra de un estudioso alemán. Una pluma hallada, seguramente, en las profundidades de la selva de América. Tal vez la pluma larga, verde y manchada de niebla de un quetzal enamorado.

Herzog con esta película y otras parecidas se convirtió en un maestro en esos personajes increíbles al borde del delirio, la locura y el abismo: Kaspar Hauser, Woizeck, Nosferatu, Fitzcarraldo...

Aguirre es realmente la Cólera de Dios en la pantalla. Nunca se ha contado igual. Vuelvan a verla.

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