Opinión

¡Se armó el Belén!

Sinceramente, no entiendo porqué el PP se ha echado atrás con la fecha inicialmente prevista para las terceras elecciones. Tampoco entiendo porqué los demás partidos se mesaron los cabellos por lo mismo. A ningún asesor político por imaginativo que sea, ni a nadie, se le hubiera ocurrido una fecha mejor que el 25 de diciembre, fun, fun, fun. Como no fuera por ponerse algo chulitos tal vez estuviera a la altura el 24 del mismo mes o, por ejemplo, el 6 de enero o un viernes santo. Fechas todas, por cierto, especialmente significativas para un gran número de españoles, votantes del PP o no. 

A mi juicio el 25 de diciembre era el día ideal. Perfecto. Inmejorable. Lo reunía todo. Por la mañana iríamos con los niños a ver el Belén de la parroquia del barrio; después a votar (otro Belén a fin de cuentas); a continuación nos tomaríamos el vermú con los amigos para hablar un rato sobre fútbol (tercer Belén); y por fin iríamos a comer con la familia (cuarto Belén). Para rematar el día y ya después de la siesta, a última hora de la noche nos enteraríamos por la tele del previsto resultado de las elecciones y lo discutiríamos acaloradamente por teléfono con nuestro cuñado (quinto Belén). O sea, un día redondo.

Después de todo España no es sino un Belén gigantesco decorado con Reyes Magos tipo Mariano Rajoy, reyes Herodes como Pedro Sánchez, pastorcillos de Izquiera Unida-Podemos y ángeles anunciadores encarnados en el simpático y amistoso Albert Rivera, un tipo que siempre trae buenas noticias a toque de trompeta, pero desaparece de inmediato en cuanto la ha hecho sonar. 

Por supuesto en el Belén catalán estarían también los inevitables "caganers" a los que no nombraré aquí por no echar más leña al fuego; en los de Valencia y Madrid las entrañables lavanderas arrodilladas al borde del río, ya saben ustedes lavando qué; en el vasco los asaltadores de caminos con antifaz, y en las otras versiones a lo largo y ancho del resto del país las multitudes de campesinos, muertos de hambre, ovejitas, gallinas y camellos-mini que se dirigen parsimoniosamente por los caminitos de musgo y piedrecillas hacia el portal como hacían, no sé si lo recuerdan, las muñecas de Famosa, aquellas top-model infantiles de la televisión de los sesenta.

Pero a nuestros políticos no parecen gustarles los respectivos papeles que les han tocado en esta representación viva ya que en realidad, en su fuero interno, cada uno de ellos soñaba con ser el único Niño Dios y que los otros lo adoraran. Algo imposible, claro. Así que al final y como en este mundo uno ha de conformarse con lo que le toca, han acabado todos por ser un mal remedo de Paco Martínez Soria en sus mejores tiempos, protagonizando la misma maldita película una vez tras otra. La película, uno de los grandes éxitos del actor español, ya la conocen ustedes: ¡Se armó el Belén!
 

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