Opinión

Atticus desencadenado

Atticus, mi cachorro, está enfadado porque el otro día no le permití confraternizar con un pitbull del barrio. Ignoro si el pitbull es un pedazo de pan, algo que sostiene enérgicamente su dueña, pero es que ella lo pasea sin correa. Y ese pitbull, que por ley también tendría que llevar bozal, de un mordisco podría comerse a Atticus entero. Como Atticus ya ha sufrido un ataque de otros perros esas situaciones me inquietan, aunque yo siempre dejo que se le acerquen y que se acerque él a todos porque no quiero un perro miedoso, sino uno normal. 

Atticus no entiende nada de eso, él es sociable y cariñoso con todo el mundo sea de la especie que sea, canina o humana. Bueno, en realidad Atticus no es cariñoso con cualquier especie, con hormigas, arañas, escarabajos e insectos no tiene contemplaciones ya que los caza y se los come de un bocadito. Mmmh, tal vez necesite más proteínas, no sé... tendré que preguntarle a su veterinaria.

El caso es que cuando ambos perros ya estaban olfateándose tranquilamente su dueña se acercó (como lo llevaba sin correa ella venía veinte metros por detrás de él), y yo le dije educadamente que debería llevarlo con correa. Se puso hecha una furia y yo pensé que por suerte su perro era más tranquilo que ella.

– ¡Yo llevo a mi perro como me da la gana!

– Sabes que te pueden poner una multa de hasta 3.000 euros, ¿no? ­­–aduje–. Aparte de que, chica, el mío ha sufrido ya un ataque que no se hubiera producido si la dueña del atacante lo hubiera llevado con la correa puesta.

– ¡Mi perro es muy bueno!

No lo dudé, la mala parecía ella. Lo de "mi perro es muy bueno" es como "mi marido es muy bueno... hasta que nos mató a mi y a los niños". 

No llevar un perro con correa en un lugar público porque es bueno, es como saltarse los semáforos en rojo porque "soy muy buen conductor". Dejando aparte que si a un perro así, treinta kilos de puro músculo se le cruzan los cables no lo sujeta ni ella ni Arnold Schwarzenneger en Terminator II.

Por fin cogió a su perro que estaba encantado charlando con Atticus, y se lo llevó arrastrándolo violentamente por el arnés y despotricando contra mí.

– ¡No te preocupes, ni mi perro ni ningún otro se acercará al tuyo!

No lo entendí ya que Atticus tiene unos doscientos perros amigos y me resultó sorprendente que la muchacha se arrogara semejante autoridad sobre toda la población canina del barrio de Casablanca (Vigo), que es mi barrio y el suyo.

– ¡Y si quieres denunciarme –yo no tenía ninguna intención de hacerlo–, pagaré la multa y seguiré llevando a mi perro suelto! ¡Mira, vivo aquí –gritó mientras entraba en su casa, yo ya sabía dónde, a tres portales del mío– denúnciame si quieres!

Y desapareció. 

¡Guau! No hay como tener buenos vecinos.

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