Opinión

Currículums y mentirijillas

Hablemos claro, todo el mundo infla su currículum. Es sabido. Yo como pasé pronto y muy joven de trabajar por cuenta ajena a tener mi propia empresa, dejé de hacerlo porque dejé de tener que enviar mi currículum a ningún sitio. En cambio empecé a recibir currículums de otros y eso ocurrió durante años. Chavales y chavalas que por supuesto inflaban su currículum para parecer mejores de lo que eran. ¿Mejores que qué? No lo sé. Supongo que eso pertenece al territorio de lo que pensaban ellos y no al territorio de lo que podía pensar yo. Pero las cosas son así.

En cierta ocasión mi ex y yo contratamos a una chica en nuestra empresa e hicimos para eso una larga y fatigosa búsqueda de aspirantes. Entonces en aquello entraron otras consideraciones en juego, inesperadas. Por ejemplo yo nunca hubiera querido un chico para aquel puesto (y por cierto que mi ex y socia tampoco). ¿Machismo? No creo. Yo quería una chica. ¿Por qué? No puedo explicarlo.

Durante semanas pusimos anuncios en la prensa y en otros sitios y abrimos uno de esos buzones anónimos de Correos para recibir los currículum de la gente, que fuimos estudiando con detenimiento. Una vez que seleccionamos cuatro o cinco posibles aspirantes los entrevistamos uno a uno. Perdón, una a una. Solo había un chico que fue descartado de inmediato por lo mismo, porque era chico. ¿Machismo? No creo.

Recuerdo que había una chica con un currículum genial, no sé si falso pero a mí me gustaba, a propósito de la cual por la noche en casa tras la entrevista mi ex me dijo:

– Esa chica no nos vale.

– ¿Por qué? –pregunté yo.

– Por cómo se viste.

 Efectivamente. Tenía razón. La chica era lista, tenía un currículum estupendo pero se vestía como una castaña caída de un taburete. Y nosotros teníamos unos cuantos clientes de moda. ¿A dónde iba yo con una chica así al lado a una reunión con un cliente de moda? Por muy lista que fuera, a ninguna parte.

Acabamos contratando a otra, la mejor empleada y amiga debiera decir también, que he tenido en mi vida. Marta. Una chica guapísima, inteligente, vestida siempre para matar como una top model, y con un currículum que ocupaba solo dos líneas escritas a máquina. Nada. Marta no tenía currículum. Pero era inteligente, trabajaba desde los quince años y fue la mejor empleada que habíamos tenido. Si me tocara la lotería hoy la llamaría inmediatamente otra vez:

– Marta, ¿quieres ser mi secretaria personal? Me hago mayor y necesito a alguien. Te pago lo que me pidas con tal de que te ocupes de mis cosas. Y ya está.

Así que lo de falsear el currículum es absurdo. Todo el mundo miente en el currículum. Y los que tenemos que leerlos o hemos tenido que leerlos sabemos lo que son: una mentirijilla. Nada más. Solo una mentirijilla. Pero los políticos no deben decir ni siquiera mentirijillas.

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