Opinión

Una declaración responsable

No salgo de mi asombro (esto me ocurre desde hace años por otros motivos que no vienen a cuento ahora) a raíz del artículo de Afonso Vázquez Monxardín publicado en este periódico recientemente y que se titula casi como este.

Según cuenta Afonso en su columna la Consellería de Educación les pide a los enseñantes por escrito, maestros, etc., que firmen una declaración ¿responsable? en la que afirman, por abreviar, que no son pederastas ni nada parecido. ¡Bingo! Ahí la han clavado. Sí señor. A la policía no se le escapa ni una. Pa eso tenemos servicios de inteligencia en este país. Nos ha fastidiado. Adelante, muchachos, vamos a por todas. Que no se diga.

Hace años, no sé si se sigue haciendo ya que hace mucho que no viajo, en los vuelos a los Estados Unidos te hacían rellenar un formulario en el avión que entre otras deliciosas, cándidas e inteligentísimas preguntas se incluía una así: ¿Viaja usted a los EEUU con la intención de atentar contra el presidente? Respuesta (como preguntaría Ironside desde su silla de ruedas): sí, no. Tenías que marcar la casilla correspondiente, claro. Yo cuando fui marqué la del no, pero sé de algún chavalito español atolondrado que por bromear con sus amigos -era uno de aquellos intercambios familiares de los años setenta y el chico viajaba con su pandilla un poco de cachondeo- marcó el sí y fue deportado de inmediato nada más aterrizar. Lo único que llegó a ver de los Estados Unidos aquel ingenuo joven fue una sala de detención del aeropuerto Kennedy. Lo volvieron a poner en Madrid en un pis-pás. Los americanos del norte no se andan con chiquitas. Eso, lo de las chiquitas, como el tequila, queda para los mejicanos, según Donald Trump. La historia, lo crean o no es real aunque parezca sacada de una película de los Monty Python. Tal vez de "La vida de Brian": "¿Crucifixión o libertad? Crucifixión. Vale, pase por aquí."

Afonso apunta muy inteligentemente que él va a marcar el no. Lógico. Más que nada para ahorrarse complicaciones que podrían llegar a incluir, si se ponen chulos los funcionarios, la deportación. Aunque ignoro a dónde deportaría a Afonso la Consellería de Educación. Tal vez a Portugal. Supongo que tendrían que estudiar el asunto, nombrar una comisión ad hoc, aprobar el presupuesto que tocara y esas cosas. En fin, la política es así.

Afonso también dice en su artículo, entre otras muchas cosas interesantes, que un dos por ciento de la población, nada menos, está chiflada. No sé de donde habrá sacado ese dato estadístico pero me lo creo porque lo dice él y él es de fiar. Lo conozco desde que apenas sabíamos hablar, casi ni siquiera caminar y mucho menos escribir. Me gustaría pensar que estoy, y a mucha honra, entre ese residual y absurdo dos por ciento de chiflados. Y me da que Afonso también está ahí. Conmigo. A merced de los cuerdos.

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