Opinión

En defensa del eucalipto

El eucalipto es un árbol muy vilipendiado en Galicia por ciertos ideólogos botánicos de salón. No, británicos no, he dicho bien: botánicos. Ideólogos botánicos sería algo así como trotskistas acuicultores, o sea que de botánica no tienen ni idea. Yo tampoco por cierto, que nadie se tome este artículo en serio, no soy un experto.

Como este verano entre los "Fogos do Apóstolo" y otros "fogos" hemos inhalado más humo que John Wayne en cinco vidas, he pensado a menudo en ese árbol. Aun hace poco en una conversación oí a alguien culpar a los eucaliptos, una vez más, de los incendios. Como si los eucaliptos anduvieran por el monte con un mechero y malas intenciones. Una idea delirante ya que esas malas intenciones incluirían hasta quemarse a sí mismos. Vale, es verdad que el eucalipto es altamente inflamable, de hecho uno de sus nombres en Oceanía es "Árbol Gasolina", además deseca el substrato e impide el crecimiento de otras plantas a su alrededor. O sea, que es un tipo malo.

Pues a mí siempre me gustaron los eucaliptos. Será porque me gustan los malos de la película. O porque pasé mi adolescencia recorriendo en moto durante el verano los montes de Oia, O Rosal y Tomiño, envuelto en el inconfundible aroma de ese árbol azul mezclado con el de los pinos, la hierbabuena, el "fiuncho" y otras maravillas sensoriales. Claro que entonces yo no fumaba tanto... y aún tenía olfato.

Frente a quienes abogan por acabar con el eucalipto, algo imposible, y repoblar Galicia solo con robles y castaños, algo romántico pero imposible, yo digo que el eucalipto es más gallego que todos nosotros. De hecho es un inmigrante y no hay nada más gallego que eso. Uno que se vino a trabajar aquí desde Australia contratado (contrato fijo, eso sí) por Fray Rosendo Salvado, un señor de Tui, hace doscientos años; y que al final acabó trayéndose a su familia y quedándose a vivir en nuestra tierra para siempre. Y eso significa que le gustó esta esquina rara del mundo, al menos tanto como nos gusta a nosotros.

Para mí lo incomprensible de esa ideología botánica es que su argumento principal se apoya en el hecho de que los eucaliptos se regeneran con gran rapidez tras un incendio. Un argumento sorprendente, pues en esta tierra de pirómanos eso debería considerarse una virtud y no un defecto.

Bien, lo dejo, ya dije que no sabía de esto. Pero como este artículo se publica en Ourense si usted, lector, es ourensano, acérquese al centro y descubrirá otro árbol precioso aunque raro en Galicia. Un colega, que no pariente, del eucalipto. Uno que también vino de Australia con el fraile de Tui, y que también tiene el poder de regenerarse tras el fuego: la casuarina. Puede ver dos ejemplares preciosos en el Parque de San Lázaro, los dos únicos árboles que hay en la zona de juegos de los niños. Disfrútelos como un niño.

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