Opinión

Doritos, listerines y otros tontos

Como usuario de internet estoy conectado ocho o diez horas diarias. Como además he sido publicitario me gusta la publicidad y cuando en las típicas conversaciones de salón sale el clásico tipo que la ataca porque "la publicidad es una mentira y una trampa del mercado" siempre pienso lo siguiente. 1) En realidad la mentira son los telediarios, no la publicidad. La publicidad es publicidad y todo el mundo sabe lo que es. Y 2) Los talibanes que argumentan esas cosas suelen, porque suelen ser unos catetos, olvidar que la publicidad no solo nos vende colonias o ropa; también nos muestra la situación de niños en Iraq, Afganistán o la de inmigrantes en el Mediterráneo y así consigue nuestra ayuda. Médicos sin Fronteras, Acnur o Amnistía Internacional no serían nada sin publicidad. Eso por no mencionar campañas publicitarias que nos convencen para donar órganos, o sangre, o cuidar el medio ambiente, evitar accidentes de tráfico, etc.

Dicho esto, como en su momento me perdí la entrevista de La Sexta Noche con Pérez Reverte, unos días después me dispuse a verla por internet sabiendo perfectamente lo que me esperaba. Cortes publicitarios cada dos minutos, con tres anuncios seguidos cada vez, anuncios que no se pueden saltar. 

Señores de La Sexta: son ustedes imbéciles. Señores anunciantes: los señores de La Sexta los engañan y también ustedes son imbéciles. Sus anuncios que interrumpen el programa constantemente y por los que pagan un pastón tienen el efecto contrario al que pretendían. Y esto que les digo no es la opinión de un espectador cabreado sino algo más.

Es una opinión profesional, la de un exdirector creativo de publicidad que tiene en su haber (en el pasado, ahora ya no estoy en eso) seis premios Ampe; seis Soles de Oro en San Sebastián; un premio Mejor Campaña del Año de la revista Cosmopolitan; dos premios de la revista Mercado; un Astra Award en Chicago al mejor catálogo del mundo de grandes almacenes; un diseño seleccionado por el Comité de Gráfica Contemporánea del Museo del Louvre como uno de los cien mejores del siglo XX, y hasta un León de Oro en el festival de publicidad de Cannes. Y no, no estoy escribiendo mi currículum, la publicidad y el diseño gráfico dejaron de interesarme hace mucho tiempo.

Pero vuelvo a lo mismo, señores anunciantes, les toman el pelo. Su publicidad por la que tanto pagan funciona exactamente al revés. ¿No tienen ustedes ejecutivos y profesionales especializados capaces de entender algo tan simple? Me asombra. Cuando yo trabajaba en publicidad en los ochenta sí los teníamos, se lo aseguro.

No volveré a comprar nunca Doritos, ni Listerine, ni ninguno de los otros productos que me han fastidiado durante todo ese rato mientras yo simplemente intentaba ver una entrevista con un escritor. Tal vez les parezca poca cosa perder un único cliente pero piensen: no soy el único. Están pagando ustedes mucho dinero... para perder clientes. Sigan así.

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