Opinión

El secuestro

Uno de mis escritores favoritos o como se suele decir ahora estúpidamente "de culto," fue durante años Georges Perec. En mi adolescencia o juventud que ya no sé qué era aquello leí bastantes libros suyos con verdadera fascinación. 

En los sesenta Georges Perec escribió una novela increíble titulada "La disparition" en el original francés, que en español se tituló en una traducción prodigiosa "El secuestro". Y digo traducción prodigiosa porque aparte del complicado e intrigante argumento de la novela toda ella es un lipograma, es decir un texto en el que se ha omitido deliberadamente una letra del alfabeto, la "e" en "La disparition"; la "a" en "El secuestro", que son las letras más frecuentes en francés y en español respectivamente. 

Recuerdo que al leer aquella novela editada entonces creo por Anagrama, solo cuando ya llevaba leídas cuarenta o cincuenta páginas me percaté de que faltaba la "a". Es decir que la novela estaba escrita, maravillosamente escrita, sin emplear ninguna palabra que contuviera dicha vocal. Un ejercicio literario, lingüístico y en su versión en español también de traducción claro está, tan extraordinario como disparatado y mágico. El desaparecido o el secuestrado en realidad no era el personaje de la novela, sino la letra.

Según parece el Congreso de los Diputados vota esta semana una propuesta para hacer desaparecer la palabra "diputados" de su nombre, y pasar a llamarse simplemente "El Congreso". Todo en aras de la corrección política y el empleo de un lenguaje más inclusivo y menos sexista. Por supuesto, ninguno de los funcionarios de la Comisión de Igualdad del Congreso, ni todos juntos tienen el talento ni la capacidad creativa de Perec, así que ellos y ellas se limitarán a decidir si desaparece la palabra "diputados". Algo más simple que añadirle "diputadas" en plan coletilla, que es a lo que nos tenían acostumbrados hasta ahora. Lógico. Si el Congreso de los Diputados pasara a llamarse el Congreso de los Diputados y Diputadas, los ciudadanos empezaríamos a entenderlo todo mejor... y eso no conviene a nadie.

Yo creo que este tipo de acciones, no sé si encuadrarlas en el arte conceptual o en la "performance" política, están bien. ¿Por qué no? Son novedosas, animan el patio y nos dan conversación. Como el pregoncito del carnaval de Santiago de Compostela en el que a su autor se le olvidó decir que Lenin se la chupaba a Stalin mientras Trotsky le metía un dildo por ya saben donde al líder soviético, y no voy a comentar el papel que jugaba Rosa Luxemburgo en aquella peli porno porque entonces sí que tendría problemas. Quiero decir que yo tendría problemas, en las redes sociales. En fin, son cosas tontas que no tienen importancia pero nos dan conversación. Como el fútbol. Si el Congreso de los Diputados pasa a ser solo el Congreso ¿a quién le importa? como bien decía Alaska u Olvido.

¿Se han dado cuenta de que en este artículo falta una letra? ¿No? Pues revísenlo.

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