Opinión

Feria del libro

Hace un par de semanas estuve en la Feria del Libro de Madrid invitado por Kalandraka, la editora de mi último libro recién publicado (aprovecho para hacer promoción), que se titula "El río que se secaba los jueves". Por supuesto, ya que soy un autor casi anónimo apenas firmé unos cuantos ejemplares en un contexto en el que los innumerables visitantes de nuestra caseta venían buscando lógicamente a Kalandraka, sus preciosos libros infantiles para críos, y el mío no es infantil con el agravante de que tiene demasiado texto para un niño. 

Pero el asunto de este artículo no es mi libro sino la Feria del Libro, una fiesta popular fabulosa en la que miles de madrileños y no madrileños salen a pasear por el Retiro con sus niños y niñas al sol o a la lluvia... entre libros y libros. Que los compren o no ya es otra cosa. Vale. En cualquier caso es una celebración preciosa que no deberíamos perder.

Como hacía años que no iba a Madrid la experiencia me resultó estupenda, aparte de que esos días me dieron la oportunidad de visitar otra vez el Prado o reencontrarme con muchos amigos y amigas a los que no veía desde hacía tiempo. Una delicia. Pero vuelvo a lo dicho, el asunto es la Feria del Libro.

A mi me tocó firmar el domingo día 3 de junio por la tarde. Si la Feria del Libro de Madrid ya es un acontecimiento de masas durante todos sus días, los domingos es una pura locura. El casi kilómetro y medio que ocupa la feria en el peatonal Paseo de Carruajes del Retiro se convierte en una maratón en la que a veces resulta casi imposible abrirse paso entre la marea de gente, bicis, carritos de bebés, músicos improvisando, perros o mascotas, y familias que lo invaden todo como una marea de colores. Al mismo tiempo resulta reconfortante ver que un suceso como ese en el que de alguna forma, cuestiones económicas o de promoción comercial aparte, se pone en la calle la cultura y la literatura, es capaz de atraer y reunir a tanta gente diversa y capaz de hacer de eso algo lúdico, social, amistoso, democrático, culto. Una fiesta, ya digo.

Pero a lo que iba. Estuve en la feria solo tres días. Dos de visita y otro firmando mis libros. ¿Saben ustedes cuál era la caseta que tenía las colas más largas, gigantescas, con docenas de cámaras y fotógrafos grabando y entrevistando a los supuestos autores firmantes y a sus ansiosos fans? ¿No? Pues era "Máster Chef", un programa de televisión. No un autor, no un escritor, sino un programa de televisión. Según parece ahora los programas de televisión escriben. Y digo yo, si eso es la literatura, entonces que se levanten de la tumba Hemingway, Shakespeare, Lorca, Cervantes o los cuatro que sean y nos lo digan a la cara. Porque si lo hacen... yo juro que los creeré.

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