Opinión

La plantá

La "plantá" de cruces amarillas en las playas de Cataluña hasta convertirlas en una especie de extraños cementerios junto a la marea a mí me parece alucinante. No había visto nada igual en años. Yo creo que los ciudadanos normales, los de a pie, deberíamos ir a tomar el sol a los "camposantos" de todo el país, especialmente a los del Pays Catalán, extender las toallas entre los panteones y ponernos en pelotas allí bien untados de protector solar para conseguir ese precioso moreno que queremos para el verano, todo al lado de las tumbas y mausoleos de Companys, Lerroux, Maciá y otros próceres de la política histórica catalana. Sería una "Operación Bikini" genial este año.

 Yo creía que las playas eran para tomar el sol y que eran para todos libremente. De hecho mi ex solía decir a menudo, y con razón, que la playa era uno de los lugares más democráticos del mundo, precisamente porque allí todo el mundo está en bolas y no cuentan ni los coches que tienes, ni el dinero que tienes, ni nada que tengas. Las playas son para soltar a los niños, soltarnos nosotros, nadar, mojarnos, quemarnos y disfrutar o divertirnos. Sin complicaciones. Pero según los indepes catalanes amarillos las playas son para tomarnos el pelo, y son solo para ellos mismos. Los otros no contamos.

 Yo hace tiempo que no voy a la playa, pero fui un loco de la playa durante años. Me pasaba siete u ocho horas diarias en ella los veranos. Leyendo a Marcial por ejemplo, o a Julio Camba a plena luz del sol, con un buen montón de guías de campo del tipo "Flora y fauna de las costas de España" al lado. Recogiendo conchitas, caracolas, algas, cangrejos, etc., y apilándolos todos al lado de la toalla junto a los libros, para consultarlos después, averiguar el nombre de aquellos objetos y/o animales maravillosos, y aprendérmelos mientras el sol se empeñaba, por suerte inútilmente hasta ahora, en que tuviera un cáncer de piel. Todo, desde luego, convenientemente regado con chapuzones, baños y revolcones en la arena.

 – Niño, ¡hazte una croqueta!

 – Voy.

 Y empapado de agua y sal te revolcabas en la arena como una lagartija.

 En mi opinión para plantar cruces hay muchos sitios, pero la playa no es precisamente uno de ellos. La playa es un lugar abierto y libre. Un "ágora" social donde podemos encontrarnos todos y saludarnos todos amistosamente dejando a un lado nuestras ideas, nuestras religiones, nuestros michelines, nuestras tetas gigantes que ya se ve de lejos que son falsas y las hizo un cirujano, o nuestros bañadores de florecillas que compramos en El Corte Inglés el último día de rebajas. Y es que la playa es eso, el sitio en el que podemos estar sin preocuparnos, sin pensar, sin enfadarnos.

 Para los occidentales civilizados, pienso yo, la playa es nuestro yoga, nuestro reiki, nuestro zen. Y quienes quieren estropearnos eso son simplemente unos desalmados. ¿No creen?

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