Opinión

El perro de San Roque no tiene rabo

La semana pasada, por San Antón, muchos llevaron sus mascotas a las iglesias para que las bendijera el cura. A las mascotas no les importó. Como sabrán, a San Antón se lo representa rodeado de animalitos.

Ya he señalado alguna vez que yo, al no tener niños, puedo decir cualquier tontería acerca de ellos que nadie se va a molestar. Como además soy profundamente antirreligioso, mucho menos se tomará alguien en serio lo que opine sobre este tema. El tema es la educación.

Yo creo que no se puede dejar la enseñanza de las religiones en manos de religiosos, porque la convierten en doctrina. Pero tampoco se puede obviar. Las religiones son tan nuestras como la guerra, la ciencia, la filosofía o el arte. Hoy, asediados por algunas, más que nunca deberíamos enseñárselas a los niños. Y me refiero a enseñarles historia de las religiones, en Occidente especialmente de la cristiana (lean a José Antonio Marina para aclararse).

Me parece increíble que quien decide estudiar arte en la universidad, llegue a ella sin haber oído hablar nunca de David y Goliat; o de José, María y el Niño con sus dos mamíferos herbívoros al lado. Nuestro arte estuvo tan influido por la religión durante siglos (otra vez ya no) que sustraer ese conocimiento a los críos es como ocultarles operaciones básicas de las matemáticas. Y eso no tiene nada que ver con Dios, sino con sumar, restar, multiplicar y dividir. Imposible apreciar el discóbolo de Mirón o la Venus de Milo sin saber algo de la sociedad griega.

Una vez en Santiago llevé a mis padres a San Martín Pinario, una iglesia entonces ya convertida en museo. En una sala había una gran escultura de Leiro, nuestro mejor escultor internacional, tallada en madera brutalmente a su estilo. A mí me encanta Leiro. Pero a mi madre, una mujer religiosa, le horrorizó. No le pareció adecuada en una basílica. Algo que suelen pensar muchos ante una obra de arte moderna en un contexto antiguo, sin percibir que el contexto lo forman obras con siglos de diferencia entre ellas. "¿Qué no te gusta?", pregunté. Respondió: "No la entiendo." Así que le sugerí: "Mírala bien. Es alguien a caballo con una capa, ¿qué será?" Entonces ella, iluminada seguramente por las enseñanzas de su infancia saltó: "¡Ah, ya! Es San Martín partiendo la capa para dársela al pobre." Y aunque la escultura no acabó de convencerla... empezó a gustarle más.

Entender el arte es entender otras cosas. Entender las religiones también. La iconografía religiosa tiene sus símbolos y sin conocerlos no se puede apreciar qué significa. San Martín es un tipo a caballo con una capa. San Xulián un chico elegantísimo. Santa Catalina tiene al lado una rueda de tortura. San Bartolomé siempre aparece desollado. Y San Roque pasea un perrito como la dama de Chéjov. Por cierto, lo de que no tiene rabo es un infundio: no se lo crean.

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