Opinión

Quinto milenio

O sexto, o séptimo, o ya no sé. Uno de los grandes misterios de nuestro tiempo al que Iker Jiménez debería dedicar una buena serie de programas para estudiarlo a fondo es el siguiente: ¿Por qué entre la una y las tantas de la madrugada hay en España semejante cantidad de cadenas de televisión emitiendo solo dibujos animados y series infantiles?

No sé si se han fijado, si no son trasnochadores seguramente no, pero se lo digo yo. Es así. Entonces ¿es que hay varios millones de niños españoles que después de cenar y hacer por fin los malditos y tan criticables deberes se quedan colgados de Doraemon, El Show de Garfield, Power Rangers, Bob Esponja o las infumables series de Disney Channel hasta las cuatro de la mañana? ¿O es que en realidad esas series las ven los adultos? Ya saben que últimamente hay muchas teorías acerca de la "infantilización" de las sociedades occidentales. Vestimos a los niños como adultos y los adultos nos vestimos como niños, y otras cosas en las que no voy a entrar porque son demasiado complicadas y no son el tema de este artículo.

Otro aspecto de dicho asunto es, si los espectadores son niños ¿están acompañados por sus padres? Y viceversa ¿y si son padres, acompañados por sus niños? Ni idea.

El asunto no me deja dormir (¡qué apropiado!). Zapeando aleatoriamente a las tres de la madrugada a mí no me extraña encontrar insoportables debates políticos, porno duro, páginas de contactos, documentales de animalitos mil veces repetidos, anuncios de zapatillas, cojines de gel y colecciones de CDs de ópera en venta, programas de póker online o adivinadoras echadoras de cartas, pero ¿dibujos animados? ¿En serio? Pues sí.

Una posible explicación sería que a quienes padecen insomnio lo mismo les da lo que les pongan ya que de todas formas nada los va a dormir, pero me parece una explicación poco creíble. Otra, que los programadores de esas parrillas están todos durmiendo la mona que cogieron con unos chupitos después de comer y se les quedó puesta la programación de tarde hasta las nueve de la mañana del día siguiente; esta parece más aceptable y lógica. Y otra, enlazando con las tesis de infantilización social de las que hablaba, sería que nos hemos vuelto todos idiotas. Por cierto que el "nos" incluye no solo a los espectadores claro, sino también y sobre todo a los ya citados responsables de programación. Como he sido publicitario durante años y creo que uno bastante bueno, me pregunto qué clase de productos podrían anunciarse en los intermedios de esos programas, supongo que solo Barbies y Legos.

La única conclusión decente a la que he llegado con todas estas reflexiones absurdas, y lamento tener que decir esto que me hace parecer un viejuno de caray, es esta: please, por favor, que vuelva la familia Telerín: "Vamos a la cama / que hay que descansar / para que mañana / podamos madrugar".

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