Opinión

De redactores

Yo casi no veo telediarios. Suelo tener la tele encendida pero a mi espalda, con el volumen bajo mientras escribo. Contrariamente al mito del escritor que necesita silencio yo necesito ruido. No mucho y no cualquier ruido. Por ejemplo con música no puedo concentrarme, la música me distrae. Lo mismo me ocurre con el silencio o con una película. El sonido de fondo ideal para escribir para mí es un sonido llamémoslo "natural". Por ejemplo en el caso de la tele un debate o un coloquio, ya digo que con el volumen bajo, en realidad no le presto atención. En el caso de un sonido real, el real, o sea el de la calle, el tráfico, los niños jugando en el piso de arriba o las conversaciones a lo lejos de unos obreros en el patio de manzana.


 Por las mañanas suelo poner en la tele "Las Mañanas de la Cuatro", un programa que hace para mi las veces de telediario. Hace unas semanas con motivo del caso Ramón Espinar y su piso, cada vez que entrevistaban a alguien por ese asunto lo subtitulaban con esta leyenda de tintes humorísticos: "El espinoso piso de Espinar". La frase era ingeniosa, ahí hay un buen redactor, sí señor, –pensé-.


 Dejando aparte que quienes urdieron e inflamaron la campaña de acoso a Espinar por obtener legalmente y sin cometer ningún delito veinte mil euros son los mismos que se llevaron millones de euros, esos sí perfectamente robados a Suiza, Andorra o las Caimán, a mi lo que me interesaba era el titular que parecía escrito por Espinete, aunque ya sabemos que Espinete no existe: "El espinoso piso de Espinar".


 Mucho antes de saber yo que acabaría trabajando un día en publicidad, a mis quince entendí qué era un redactor. Un redactor publicitario, televisivo, editorial o de lo que sea. Y cuando tiempo después me enamoré de una super redactora, viví con ella quince años y la vi trabajar de cerca, recordé aquel día en que siendo un chiquillo atisbé en qué consistía ese trabajo, el de redactor, una profesión desconocida para la mayoría pero que nos alimenta a todos constantemente.


 Entonces yo era apenas un chaval. Mi madre compraba "La Actualidad Española", una revista que en los setenta quería convertirse en una especie de "Life" nacional. Eso no pudo ser, acabó desapareciendo. Pues bien, un día yo estaba ojeando la revista y me encontré con un reportaje sobre Ángel Nieto que supongo acabaría de ganar otro título mundial. El reportaje se abría con una foto espectacular a doble página del motorista a caballo de su máquina. La típica foto en color con la moto enorme en primer plano, inclinada tomando una curva y con el fondo barrido por la velocidad. Y sobre esa imagen, de lado a lado y ocupando también la doble página el fabuloso titular decía así: "Nieto, el Ángel Volador".


 Pues eso es un redactor: alguien que convierte la información en sueños.

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