Opinión

El regreso de los muertos vivientes

Con la llegada de Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno, ¡por fin un poco de agua fresca!, y la ¿elegante? salida de Mariano Rajoy, suceden cosas extraordinarias en este país, nadie sabe bien por qué. Cosas que la ciencia no puede explicar, poltergeists más propios de un librito de Erich von Däniken o de una serie de programas bien documentados del gran Iker Jiménez. Alguien debería estudiarlas a fondo pero en el marasmo público de tertulianos y opinadores nadie parece prestar atención a esos detalles. Necesitamos otro Mies van der Rohe, aquel genial alemán que resumió el espíritu de la arquitectura y su sentido en su famosa frase "Dios está en los detalles".

Siempre me gustó mucho esa frase. Los arquitectos construyen edificios imponentes y majestuosos pero lo bonito, lo bueno, lo revelan los detalles, la manilla de la puerta, el acabado del dintel, el remate de una ventana, o sea lo pequeño. Por eso nos emociona tanto la arquitectura antigua, porque aquellos arquitectos llamaban a los mejores artesanos para hacer una gárgola diminuta en lo alto de un edificio que iba a ser casi invisible, pero tenía que ser como el resto de la construcción hermosa y perfecta.

El nuevo Gobierno ha empezado por los detalles, lo que es una buena señal. Ha empezado por nombrar a una serie de ministros que son un detalle para todos los españoles. Ministros como Pedro Duque, Carmen Calvo, Josep Borrell, Grande Marlaska, Isabel Celaá, etc. Ministros que, cada uno en su cargo, al menos en principio saben de qué trata su cargo, y no ministros que solo saben forrarse con la burbuja inmobiliaria y vestirse de señores serios con corbata, pero que no tienen ni idea de sus responsabilidades.

O sea, ministros que por fin, tras tantos años de democracia han tomado posesión de su cargo no jurando por Dios que nadie sabe quién es Dios, sino simplemente prometiendo, lo que resulta más natural salvo que creamos vivir, ya digo, en un librito superventas de los años setenta de Erich von Däniken. Claro que hay gente que se cree cualquier cosa y eso sí, todo el mundo merece respeto. Incluso los que juran por un dios, por dos dioses o por dieciocho dioses merecen respeto. Por supuesto.

Pero vale, ya veo que me estoy yendo del tema como es habitual en mi. Perdonen ustedes, retomo el tema. Sorry.

Una de las cosas inexplicables más sorprendentes de estos días y a las que me refería en las primeras líneas ha sido la resurrección de Aznar, un tipo que parecía muerto pero en realidad solo estaba de parranda, en su coche oficial con chófer y sueldo vitalicio pagado por todos los españoles. Fernando Martínez-Maíllo, coordinador nacional del Partido Popular lo ha expresado con una claridad que no le conocíamos: "Hace mucho tiempo que no le entendemos cuando habla". Lógico. Es muy difícil entender a un zombie. Y Aznar es un zombie... sin bigote.

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