Opinión

Saben aquel que diu

Saben aquel que diu" era la famosa frase de presentación del genial humorista Eugenio, que nos encandiló en los 80 y 90 por la televisión o en directo a todos los españoles. Eugenio siempre aparecía vestido de negro, nunca esbozaba una sonrisa, fumaba como un descosido y se bebía unos gigantescos copazos de vodka con naranja o limón en el escenario. Además ya era un hipster con su melena, barba y enormes gafas oscuras de pasta, mucho antes de que aparecieran los hipsters en el mapa. Un adelantado, vamos. Sentado en una banqueta contra un fondo liso desgranaba sus desternillantes chistes uno tras otro con la seriedad, calma y parsimonia con la que un cura dice misa.

A mí siempre me ha parecido que el chiste es un género literario. Uno popular, histórico, folclórico digamos. Como los refranes, los cuentos o las canciones. Un género literario del que todos somos autores aunque esas obras nuestras no se publiquen en papel y solo pasen de boca en boca y de bar en bar.

Entre muchos intelectuales el chiste está mal visto. Yo conozco a bastantes personas que aborrecen los chistes negándoles ningún valor, como si los chistes fueran una especie de mala excrecencia, un grano o un forúnculo indeseable, pero al final se parten de risa cuando les cuentan uno bueno.

El chiste es un verdadero género literario, no hay más que leer la obra satírica de Quevedo, Baltasar del Alcázar y otros maestros de nuestro Siglo de Oro. Y las colecciones de chistes que producen nuestros humoristas cada día, entre tantos malos e intragables encierran también miles de perlas preciosas que nos enseñan a reírnos incluso de nosotros mismos. A los políticos, gobernantes, etc., no suelen gustarle los chistes por lo general, aunque tradicionalmente nuestros reyes tuvieron siempre a su lado en la corte a bufones para que les enseñaran, ya digo, a reírse hasta de sí mismos.

El asunto Cassandra con sus famosos tweets sobre Carrero Blanco es ridículo. Lo suyo no son chistes sino solo estupideces. De hecho no tienen ninguna gracia. Esa chica, Cassandra, como agudamente señaló el otro día el director de Mongolia en Las Mañanas de La Cuatro simplemente es gilipollas, algo que puede comprobar cualquiera que la oiga hablar aunque solo sea durante un minuto. Pero no está bien meter en la cárcel a alguien por ser gilipollas. Y menos a alguien de 21 años, ¿quién no fue gilipollas a los 21?

Además, puestos a encarcelar gilipollas no nos llegarían todas las cárceles de España. ¡Anda que no hay! En este país si algo podríamos exportar a todo tren no es ni sol, ni gastronomía, ni arte, sino precisamente gilipollas.

Por cierto, cambiando de tema, saben aquel que diu de un tipo que va a una óptica y dice buenas, quería unas gafas. ¿Cómo las quiere, para ver de cerca o de lejos? No, no, para ver por aquí, por la provincia de Huesca.

Bendito Eugenio.

Te puede interesar