Opinión

Sentencia de muerte para la grosería

Hace días la madre de un amigo se cayó por unas escaleras, en la calle. Fue cerca de la oficina de mi amigo y un vecino fue a avisarlo. Después mi amigo llevó a su madre al Centro de Salud y allí los atendió primero una funcionaria imbécil, carente de la mínima empatía para con una señora mayor dolorida, angustiada y ensangrentada; y después un médico y una enfermera muy amables y cariñosos. 

 He de decir que yo cuando he tenido que acudir a la Sanidad Pública por mí o por otra persona, siempre me he encontrado los segundos, profesionales solícitos, eficientes y empáticos. Pero de todo hay, claro.

 En una entrevista a Antonio Escohotado (un personaje nada sospechoso de nada o sospechoso de todo) el filósofo y escritor explica esto: "Un país no es rico porque tenga diamantes o petróleo, sino porque tiene educación. Educación significa que aunque puedas robar, no robas. Que si te cruzas con alguien en una acera estrecha te apartas y pides disculpas. Que cuando vas a pagar una factura en un restaurante dices gracias cuando te la traen. Y vuelves a decir gracias cuando te cobran."

 Una vez leí un cuento que se titulaba "Sentencia de muerte para la grosería". El protagonista era un hombre al que le quedaban tres meses de vida. Su médico escribía un libro sobre cómo enfocaban sus últimos días aquellas personas que sabían que les quedaba poco tiempo, así que en las sucesivas visitas le preguntaba a su paciente y amigo si ya había decidido qué iba a hacer. Y el protagonista siempre contestaba que todavía no. Pero en realidad sí. Se había comprado una pistola y se dedicaba a matar gente grosera. Como le daba igual que lo cogieran, dejaba una nota sobre el cadáver con su firma y una frase: "Sentencia de muerte para la grosería". Al principio el asunto generó pánico social, pues aparecían muertos por toda la ciudad sin ningún motivo aparente. Y los cadáveres siempre tenían la nota encima. Pero poco a poco la gente se fue dando cuenta de que los muertos eran siempre esas personas que te hacen la vida desagradable, el kioskero maleducado con los niños, el conductor de autobús que arranca de golpe mientras sube una anciana... etc.

 Al final el protagonista regresa a su casa una noche y oye un disparo en un callejón. Entra y ve un policía muerto en el suelo y un tipo pequeñajo al lado con una pistola aun humeante en la mano. El pequeñajo lo mira y dice: 

 –Era un grosero. Por favor, ¿tiene usted papel y boli?

 Nuestro protagonista saca la misma libreta con la que él escribe sus notas y se la pasa al pequeñajo que escribe en una hoja "Sentencia de muerte para la grosería", la firma, la arranca, la deja encima del poli, devuelve la libreta al otro y comenta como para sí: "Tengo que comprar una de estas".

Te puede interesar