Opinión

Sobrevalorados

Los gallegos tenemos merecida fama de pasarnos todo el verano y gran parte del resto del año saltando de fiesta gastronómica en fiesta gastronómica. Como si fuéramos hobbits que no parecen estar nunca satisfechos si no hacen dos desayunos y dos meriendas al día. Eso aparte de la comida y la cena, por supuesto.

Pero esa pasión por la gastronomía no es privativa solo de los habitantes del noroeste, sino de todos los españoles. De ahí que actualmente haya más de veinte programas sobre el tema en la parrilla televisiva como Master Chef, Master Chef Junior, Top Chef, Un país para comérselo, Cocina con Sergio, Karlos Arguiñano en tu cocina, Cocineros al volante, Mi madre cocina mejor que la tuya o Deja sitio para el postre, por citar solo algunos. No hay hora del día ni de la madrugada en la que no haya un programa de ese tipo. A mi todos me parecen el mismo: Pesadilla en la cocina. Y me resultan sobre todo especialmente deleznables los de niños cocineros.

Creo recordar que es en la película Manhattan que Woody Allen y Diane Keaton se divierten haciendo unas curiosas listas de personajes de la historia (escritores, artistas, directores de cine) que ellos definen burlonamente como "sobrevalorados". Como no podía ser menos y se trata de Woody Allen la lista incluye a casi todo el mundo, Mahler, Jung, Scott Fitzgerald, Norman Mailer, Van Gogh e incluso Mozart.

Los cocineros sí que están sobrevalorados hoy. Hace quince años lo estaban los arquitectos y hace treinta los constructores. Cuando yo era crío si un niño en clase decía que su padre era constructor, todos lo mirábamos con admiración y reverencia. Incluso los maestros y el director del colegio. Hoy si se le ocurre hacerlo puede que el chaval reciba una paliza en el patio durante el recreo, precisamente en el patio que construyó su propio padre. Los arquitectos también cayeron en el descrédito en su momento, cuando decidieron que no tenían muy claro qué eran, si artistas, ingenieros o empleados de lujo de la Administración. La gente castiga la indefinición en sus conciudadanos muy cruelmente con el ostracismo.

Pero lo peor de los cocineros no es que estén sobrevalorados, sino que son demasiados. Como los poetas en el siglo XVII, la mayoría sobran. Por eso a estas alturas a los creadores de la gran cocina, que están entrando de lleno en los mismos errores que sus colegas arquitectos hace años, les vendría de perlas releer aquella famosa Premática de Quevedo a propósito de los poetas, que decía así:

"Habiendo sabido la innumerable multitud de poetas que Dios ha enviado a España por castigo de nuestros pecados, mandamos que no haya más, y los que hay se gasten en el plazo de dos años que damos de término para ello, so pena que se procederá contra ellos como contra langosta, pues no basta otro remedio."

Por cierto, ¿queda alguien por aquí que nos pueda hacer unos simples bocatas?

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