Opinión

¡Viva Chile, mierda!

No soy futbolero pero suelo ver las finales de Copa, Mundiales, etc. Por entretenerme, no porque me interese el fútbol.

La derrota de La Roja frente a Chile en Brasil (por cierto que la selección chilena también se llama "La Roja"), me gustó. Me pareció bonito ser derrotados por esos mapuches sobre los que tanto escribieron los nuestros en el siglo XVI, como don Alonso de Ercilla en "La Araucana". Bravos guerreros que no se rendían jamás, ni ante la furia desatada de la tierra. Quizá porque su mundo era tan loco y salvaje como ellos mismos, como el terrible desierto de Atacama o los fabulosos Andes cercados por el mar. La típica expresión chilena (patriótica) que da título a este artículo revela mucho del humor, la valentía y la modestia de ese pueblo.

Chile es para mí, por una absurda pasión adolescente relacionada con la música, la política y la poesía de mis años juveniles, un reino mágico poblado de seres fascinantes. Pablo Neruda, aquel mago que vivía en Isla Negra; Gabriela Mistral, que sería reina de los mares del mundo; Nicanor y Violeta Parra; Víctor Jara, cuya guitarra tenía sentido y razón; o Vicente Huidobro, que sabía viajar en el viento. Eso por citar solo algunos misterios. Chile es tierra de poetas tocados por el cielo, dicen. Y hablando del cielo recordemos que Víctor Jara compuso y cantó en honor a sus padres, Manuel y Amanda, una de las canciones más hermosas que se hayan soñado jamás, una que parece escrita por un ángel: "Te recuerdo Amanda".

La Roja chilena ha caído frente a Brasil a los penaltis. La nuestra lo hizo víctima de su engreimiento. Los setecientos cincuenta mil euros que iban a recibir cada uno de sus jugadores si ganaban, fueron un error. No se puede ser grande siendo pequeño. No oí a ninguno de esos jugadores decir que lo emplearían en una buena causa. Y me refiero a donar una parte de sus insultantes ingresos a algo que no sea su propia satisfacción. Quizá algunos lo hacen... pero yo no lo oí.

Tal vez exista la justicia poética. A Víctor Jara lo recluyeron en el Estadio Chile durante el golpe militar de Pinochet del 73, junto con miles de personas. Le rompieron las manos con la culata de una pistola para que no pudiera tocar la guitarra nunca más y al fin lo fusilaron. La imposible justicia poética es que hoy Pinochet es solo el cadáver de un monstruo, pero la voz de Víctor Jara sigue sonando tan viva y limpia como siempre. Yo acabo de ponerla a todo volumen en el equipo.

La Roja, que tantas alegrías nos dio, aquel día se dejó la guitarra en casa. A mí ¿que quieren que les diga?, me gustó perder ante Chile. Me sentí honrado. Me acordé de Víctor Jara: "Dicen que los ricachones, caramba, / están muy extrañados. / Dicen porque los rotitos, caramba, / se han puesto alzaos.

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