Opinión

Yo siempre digo lo que pienso

"Yo siempre digo lo que pienso" es una frase muy recurrida por famosos y gente parecida a la que le toca salir por la tele o en el "¡Hola!" Cada día la oigo o leo más y me doy cuenta de que quienes la emplean no saben lo que significa.

La frase intenta dar a entender que quien la dice es de fiar. Y también que es valiente, arrojado, alguien íntegro que no tiene miedo de enfrentarse a las consecuencias antes que renunciar a sus irrenunciables ideas o principios. Todo esto dicho entendiendo que hay ideas o principios, y todos conocemos bastantes, que no es que sean irrenunciables es que son directamente un asco.

Pero la frase es una trampa. Una especie de tautología inversa para encandilar al auditorio, pues en realidad quien siempre dice lo que piensa... es que nunca piensa lo que dice.

Yo nunca digo lo que pienso por precaución. Si lo hiciera creo que me quedaría sin amigos, puede que sin familia, mis conciudadanos me repudiarían y mis vecinos me expulsarían de inmediato de la comunidad aunque tendría que seguir pagando eso sí, las cuotas y derramas del edificio. Tengo un vecino facha, otro idiota, otro racista y así podría seguir enumerando imbéciles hasta el infinito sin salir de casa. Imagínense si se me ocurre ir a dar una vuelta por mi barrio o mi ciudad y elaborar una relación más detallada. Pero no lo hago y no lo digo.

La frase "yo siempre digo lo que pienso" me recuerda esas respuestas de misses y famosillos cuando en las revistas de turno les hacen la típica pregunta ¿cuál es tu mayor defecto? y los muy zorros siempre contestan con una virtud como "soy muy exigente conmigo mismo", o "nunca me doy por vencido", o "soy un maniático del orden y la limpieza". 

A mí me han acusado incontables veces de ser un maniático del orden en mi propia casa pues me gusta tener todas las cosas colocadas igual, en los mismos sitios y perfectamente ordenadas. Supongo que eso tiene que ver con el escritor solitario que soy al que lo pone de los nervios que le cambien un libro de sitio en la estantería, aunque solo sea diez milímetros. Y cuando me han acusado de algo así siempre he contestado vale, yo soy un maniático del orden, lo acepto, pero entonces ¿cómo le llamas tú a alguien desordenado, psicópata?

Uno que siempre decía lo que pensaba era Marcial, el epigramista del siglo I d.C. Y así acabó, al final tuvo que dejar la lujosa Roma y volverse a su modesta casa de Calatayud (ya saben... si van allí no pregunten por La Dolores).

Para que se hagan una idea vean un bonito epigrama en el que Marcial censura a Filón, un conocido suyo, dice así:

"Jura Filón que él nunca cena en casa, y es por esto: no cena a menos que lo inviten."

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