Opinión

Zelig

Nuestro flamante Zelig nacional, Francisco Nicolás Gómez Iglesias (oberven que pueden componer fácilmente el nombre Zelig con las letras de sus apellidos), nada tiene que envidiar al original creado por Woody Allen en aquella magistral película de 1983: "Zelig".


Como he preguntado a algunos amigos y pocos recuerdan bien el film que a mi juicio es el mejor de Woody Allen, lo recordaré yo aquí. La acción se desarrolla en los años 30. Zelig es un joven (Woody Allen) que padece un extraño transtorno de la personalidad. Su deseo de agradar a los demás es tan grande que miente constantemente para hacerlo. Pero no solo eso. Sus mentiras van mucho más allá. Zelig se transforma física y psíquicamente en su interlocutor. Al completo. Si está con un médico habla como médico y se comporta como médico. Si con un ingeniero como ingeniero. Pero además es que si por ejemplo le presentan a una persona obesa, se vuelve obeso en unos minutos. Si a un barbudo, le crece la barba inmediatamente. Si a un negro, se convierte en negro. Así que Zelig en la delirante película del cineasta neoyorquino podía ser de todo y era de todo: caucásico, oriental, negro, judío, católico, chicano, demócrata, republicano, gordo, delgado, inglés, francés, nazi. Lo que hiciera falta con tal de gustar. Entonces un equipo de reputados psiquiatras decide poner a Zelig en manos de la brillante psicoanalista Eudora Fletcher (Mia Farrow) con el fin de curarlo. En fin, no voy a contar la película entera porque tienen que verla. Es demasiado buena como para que yo les estropee el final.


A mi juicio el éxito de ese veinteañero con cara de chico bueno, Francisco Nicolás, al igual que el de Zelig consistió en decirle a todo el mundo exactamente lo que quería oír. Para acabar de rematar la faena y si se fijan ustedes bien en sus fotos verán que cuando "el pequeño Nicolás" está con Aznar se parece a Aznar; cuando está con Esperanza Aguirre es como Esperanza Aguirre solo que con el flequillo hacia el otro lado; cuando está con María Dolores de Cospedal es idéntico a ella y cuando está con Rajoy parece su hermano gemelo. En un alarde de ese extraordinario talento suyo existe incluso una foto en la que el simpático y sonriente Nicolás posa alegremente con Arturo Fernández, Juan Rosell, Juan Ricardo Martínez y Cándido Méndez y lo alucinante es que ¡se parece a los cuatro!
Zelig era algo ingenuo, inocente, bienintencionado. Nuestro inteligente Nicolás no debe serlo tanto. Lo digo porque se hacía llamar por varios nombres distintos como Fran, Frankie, Francisco, Nicolás, Nico, etc., según le conviniera. El error de Frank, Frankie, Nico quizá fue llevar demasiado lejos su capacidad para mimetizarse en las personas de las que se rodeaba hasta acabar por convertirse en... timador.


La jueza con mucha lógica se pregunta ¿cómo pudo ocurrir? La respuesta tal vez sea: porque son todos unos catetos.


La verdad, prefiero a Zelig.

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