TAMBIÉN SE FUE MANOLO 'TARTEIRAS'

n n nTodos suponíamos que Manolo Díaz Veiga, 'Tarteiras', no iba a tardar en seguir el destino de Lola, su esposa, cuando esta nos dejó hace algo más de dos años. Quedó Manolo muy afectado y muy mayor. Aquel Manolo que dedicó los ochenta y tantos años de su vida a su familia, sus huertas, empleado de Unión Cristalera y, de niño, a lo que le dio entonces gran popularidad: sacristán de la Iglesia de las Caldas.
Con Lola cuidaban esas huertas que existieron siempre entre la calle de las Caldas y la antigua vía férrea, con llegada de trenes a la Estación Vieja, la que estaba en los terrenos que hoy ocupan el Instituto y el '12 de octubre'. Aparte de productos para 'rianxo', su fuerte era las extensiones que dedicaban al cultivo de flores para los días de Todos los Santos y Difuntos. Aquello era una pequeña industria.

Pero dejando a un lado su larga etapa profesional de cristalero, Manolo fue un personaje popularísimo como sacristán con el párroco don Germán. Eran los años de la Guerra. Muy cerca de la iglesia vivía el comandante Seoane, retirado, que era el primero en tener noticias de cuando 'caía una ciudad controlada por los rojos y pasaba a poder de los nacionales'. El comandante salía de casa a la hora que fuera y localizaba a Manolo, un chaval insistimos, para que subiera al campanario e hiciera repicar las campanas para anunciar la victoria. 'Eu -confesaba- non quería porque dábame medo trepar as escaleiras de madeira pegadas a parede hasta o alto, é mais de noite', pero el comandante insistía tanto, y el hecho se repetía con tanta frecuencia, que acabó por colocar unos alambres por el exterior y tocarlas lo mas rápidamente posible desde abajo.

Eran célebres sus 'peleas' con las 'beatas' que no solo asistían a los cultos, sino que querían quedar más tiempo rezando por su cuenta. 'Mire, señora Balbina, rece canto queira, pero eu pecho a porta e deixoa dentro para a misa de mañá'. Y las señoras salían disparadas, porque el chaval igual lo cumplía. Su debilidad -y la de algunos colegas que le ayudaban- eran las partículas y el vino de misa. 'Eu non sei que pasa -decía don Germán- que nesta Iglesia gástanse mais hostias que na Catedral; e xa non quero pensar o que pasa co viño'. Pero Manolo, siempre a lo suyo, como a los toques para la misa de la mañana que marcaban el despertar del Puente y que competían con las otras señales horarias que era el paso de los trenes sobre el puente de hierro que cruzaba sobre la hoy Avenida de las Caldas hacia el también ahora Parque del Puente.

OTRO PONTINO CLÁSICO QUE SE VA.

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