Sueños de Olimpia

Owens y Long, la amistad vale más que el oro

El alemán Lutz Long y el estadounidense Jesse Owens, en los Juegos de Berlín 1936.
photo_camera El alemán Lutz Long y el estadounidense Jesse Owens, en los Juegos de Berlín 1936.

En la historia del deporte encontramos deportistas que anteponen sus sólidos valores a la victoria efímera: el mejor ejemplo fue la amistad entre los atletas Jesse Owens y Luzt Long antes de la II Guerra Mundial

Dijo el periodista Walter Winchell que un amigo "es quien se acerca a ti cuando el resto del mundo te abandona". En la historia del deporte encontramos rivales irreconciliables, enemigos respetuosos fuera de la competición y deportistas que anteponen sus sólidos valores a la victoria efímera.

El mejor ejemplo de esta última categoría fue la amistad entre los atletas Jesse Owens (1913-1980) y Luzt Long (1913-1943) en el preludio de la mayor tragedia de la Humanidad. Owens, el menor de 10 hermanos, sufrió desde su infancia la discriminación racial en los Estados Unidos. Tuvo la suerte de contar con dos entrenadores, Charles Riley y Larry Snyder, quienes desarrollaron sus portentosas cualidades para la velocidad.

Owens participó en 1936 en los Juegos Olímpicos de Berlín, contra la opinión de líderes negros, quienes le 'sugirieron' el boicot en protesta por la segregación. Se sentía más libre en los 100 metros que soportando tanta presión. En Berlín le deslumbró el trato recibido. Pudo comer, dormir y sentarse al lado de blancos. Se sintió mejor en la Alemania nazi que en su propio país. Los berlineses le admiraban.

Un ario, alemán y fabuloso saltador, llamado Luzt Long le aconsejó cómo mejorar su marca y ganarle en la prueba de longitud. Nació allí una amistad pura, por encima de raza, lengua, clase social o nacionalidad. Owens disfrutó dos semanas inolvidables, pero Long, abogado de profesión, le descubrió la realidad de aquel Berlín de fantasía.

Los judíos eran despojados de sus propiedades y expulsados. Celebrar juntos las medallas ante un estadio enfervorizado, supondrá para el germano la represión del régimen. También fue el más bello momento olímpico.

Los nazis preferían negros a judíos

El objetivo de Jesse Owens en Berlín era lograr la triple corona en los 100, 200 metros y el salto de longitud. Al fi nal fueron cuatro. La delegación estadounidense, presidida por el antisemita Avery Brundage, cedió las presiones nazis y ordenó el descarte de los atletas judíos Sam Stoller y Marty Glickman en la final del relevo de 4x100 metros, sustituidos por Owens y Metcalfe.

Los nazis preferían perder contra negros, a quienes consideraban salvajes; antes que judíos, la raza inferior y exterminable. Un bochornoso episodio, ignorado por medios e historiadores. Owens se negó a participar, pero Brundage amenazó y sus compañeros se lo pidieron. La honradez del atleta de Alabama desmiente el mito de un Hitler humillado que se negó a saludarle. Siempre defendió a quien quiso escuchar que Hitler fue amable, le estrechó la mano en Berlín y guardó durante años una foto del momento, después perdida. Quien ni le saludó, ni felicitó, ni estrechó su negra mano fue el entonces presidente de su país, Franklin Roosevelt.

Lo que unió el deporte y nada pudo separar

Se considera a Owens como el héroe de Berlín. Lo cierto es que los Juegos fueron un éxito para la Alemania nazi, cuyo número de admiradores creció en todo el mundo. Owens fue recibido con un desfile. Después se topó con la dura realidad. Recibía homenajes, pero entraba por la puerta de servicio y los hoteles se negaban a servirle una habitación a él y a su esposa, Ruth.

Todo le salió mal. Se negó a participar en una gira explotadora de Brundage y éste le impidió competir como atleta. Intentó ser actor y bailarín. Invirtió en una lavandería pero su socio le engañó y le dejó con las deudas. En la quiebra, sobrevivió organizando carreras contra caballos. Su país olvidó pronto al héroe.

Tras los Juegos, Luzt Long fue amenazado por Rudolf Hess, lugarteniente de Hitler. "No vuelvas a abrazar a un negro en tu vida". Siguió compitiendo y carteándose con Owens, bajo la mirada del régimen. En 1943 fue reclutado por la Luftwalfe para el frente de Italia, en la II Guerra Mundial. Desde allí envió una carta premonitoria.

En ella pedía a Owens que, al término de la contienda, conociese a su esposa e hijos para contarles "como eran las cosas antes de la guerra y cómo pueden convivir los hombres en la Tierra". Murió días después, en Sicilia. Dejó dos hijos, Kai y Wolfgang. El segundo apenas sobrevivió diez meses al horror.

Owens cumplió su palabra. Rehabilitado por Eisenhower como embajador de buena voluntad y viviendo su mejor momento, se presentó ante la viuda y se ofreció a tutelar a Kai. Fue el padrino de su boda. En 1966 regresó a Berlín, donde se grabó un documental, repitiendo icónicas imágenes junto a Kai. Owens y Long. Long y Owens. Lo que unió el deporte y nada pudo separar.



Ver o leer | Jesse fue berlinés

Se proyectó sin apenas repercusión, pero la aquí retitulada 'El Héroe de Berlín' es una magnífica película, avalada por los hijos del mito.

Aborda el origen de Jesse Owens, sin eludir temas delicados e íntimos. Añade la situación mundial de la época, el segregacionismo, el nazismo, el ya incipiente mamoneo olímpico, la relación entre Owens y Long, las desavenencias durante el evento entre la cineasta Leni Riefenstahl y el ministro de propaganda alemán Goebbels... Todo ello con una fabulosa ambientación y casi, casi fiel a la historia.

‘Race’, por Stephen Hopkins. (2016, VV.PP.) 132 minutos.

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