A un metro

"Ni caso, tú ponte la mascarilla"

20200404230950725

Sábados y lunes son los peores días para hacer la compra, según las colas que se ven en los supermercados, aunque quizá el personal intuyó que el Gobierno iba a prorrogar el estado de alarma y decidió llenar la despensa. 

La vecina que no saludaba ni cuando el viaje en ascensor la encerraba con  alguien que no le caía mal debe sentirse afortunada. Lleva muchas horas de entrenamiento para salir airosa de un posible contagio por el coronavirus. El brinco que pegó ayer al cruzarse con un conocido en un paso de cebra no sale con agilidad si no has ejercitado a conciencia la distancia. Algo difícil en una sociedad que mostraba sus emociones a través del tacto hasta que el Covid-19 situó las muestras de afecto a un metro, como mínimo. La comparación de la curva de contagios y fallecidos entre Corea del Sur y España, como ha corrido por las redes, no tiene mucho sentido. El peralte es distinto. Los orientales, si fuese posible, no se tocarían ni para perpetuar la especie, pero también esta percepción de cronista a la carrera puede merecer  una revisión.

Que por estos pagos manoseamos todo, en cambio, es un hecho inobjetable. Contemplen durante estos días de crisis sanitaria y medidas de higiene extremas a cualquiera en el supermercado auscultando la salud de la fruta con las yemas de los dedos. Menos la sinceridad, todo se hace a la cara. Hasta toser o estornudar. Aconsejó Fernando Simón, el científico de nuestras vidas, que hay que acostumbrarse a tomar medidas a la japonesa, donde se recurre a la mascarilla para no contagiar la gripe al que tienes al lado. Va a hacer falta mucha pedagogía y eso que el epidemiólogo y director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias tiene buen pico para hablar de picos y curvas. 

"Parece que tenemos la lepra", contesta una señora en la cola de un supermercado ante la advertencia de que no está guardando la distancia recomendada. El contagio por coronavirus puede resultar incluso más sencillo que el de la lepra, pero la mujer continuó rezongando sobre su bendita salud, quizá sin saber que puede ser asintomática y estar preparando un rebumbio fenomenal. Por si las moscas, unos cuantos decidieron abandonar la fila y dejar la compra para mejor momento o buscar una tienda de barrio que no suelen estar tan abarrotadas, al menos en en las calles del centro de A Coruña.  

Los sábados y lunes, según el tamaño de la cola a lo largo de la mañana, son los peores días para hacer la compra. Quizá el personal intuyó que Pedro Sánchez anunciaría a la hora del telediario que propondrá al Congreso prorrogar el estado de alarma y el confinamiento hasta el 26 de abril y decidió llenar la despensa como si no hubiese mañana. Cuando se acerque ese día, ya se verá qué sucede. Habrá más momentos de compra compulsiva porque la evolución de la pandemia es dinámica como la recomendación del uso de la mascarilla para evitar que los infectados asintomáticos ejerzan de aspersor. 

En la puerta de una farmacia, una mujer se inclina sobre el bastón para preguntar a gritos si tienen mascarillas a la venta. No cede ante la negativa. "Pero si he visto en la televisión que iban a llegar no sé cuántos miles". La explicación de que los primeros lotes serán para sanitarios y fuerzas de seguridad, el personal más expuesto al Covid-19, no logra convencerla, pero se sube el pañuelo y prosigue con la ronda.

De repente, mascarillas

A pesar de no haber existencias en las boticas, las mascarillas han comenzado a verse de repente por la calles. Puede que el personal estuviese esperando a un cambio de criterio en la Organización Mundial de la Salud para sacar del cajón una prenda tan molesta como necesaria. Y el que no se ha aprovisionado antes de que se agotasen las existencias, recurre al método Trump y se emboza con una bufanda o un pañuelo. Nunca será mejor que una mascarilla, como pregonó el  también dinámico y cambiante presidente de Estados Unidos, pero es algo. Casi semeja más fiable introducir papel de horno en el dobladillo de la bufanda "porque es impermeable, según recomendaron el pasado domingo en una farmacia de Santiago. 

La sensación de seguridad con las mascarillas caseras puede resultar una trampa, pero el miedo es tramposo. Acabaremos siendo expertos en modelos y marcas;  hay unos cuantos por lo visto durante un paseo de dos horas. En otra farmacia despertó la curiosidad las explicaciones del boticario facilitadas a otra señora con mascarilla puesta. "No hace falta todavía", contestó a la pregunta formulada desde la puerta. La mujer se giró y fue contundente: "No le hagas caso, tú, si la encuentras, ponte mascarilla". A la cara.

Te puede interesar