PREMIO FORQUÉ
José Manuel Lorenzo, más osado que valiente
Acuñó algunos de los éxitos más inteligentes de la música española de los ochenta, como “Escuela de calor” o “Veneno en la piel”. Formó parte del cuarteto que llevó a Radio Futura a la cumbre del rock español de los últimos cuarenta años y supo redefinirse en Juan Perro para indagar en lo más profundo de los orígenes de los ritmos populares. Santiago Auserón (Zaragoza, 1954) es un filósofo que compone y canta y un músico que filosofa sobre el papel de la música en nuestra vida. Esa doble vertiente la podremos disfrutar hoy en su concierto en el Teatro Principal acompañado de su sexteto y mañana en su intervención en el Foro La Región.
¿Qué fue primero, música o filosofía?
Sin duda, la música. Mi padre trabajaba en la base americana. Entró como topógrafo para construir las pistas de aterrizaje, pero luego aprendió inglés y se quedó llevando las actividades de entretenimiento en el club de soldados. Así que en esos años tuvimos muchas amistades con discos recentísimos que llegaban de los Estados Unidos. Así que en casa se escuchaba mucho jazz, mucho swing, Armstrong, Ellington… fue una infancia marcada por la pasión musical. Los críos nos afiliábamos enseguida a las nuevas sonoridades y éramos discutidores muy apasionados de géneros musicales a los que cada uno se adhería discutiendo con los gustos del otro. Esa pasión desde la infancia por la música popular internacional se desarrolló en la adolescencia. Y el gusto por las letras y la filosofía, vino más tarde.
De niño sentía una gran pasión por la música
¿Recuerda la primera vez que pisó un escenario?
Sí. Tenía 17 años. Fue en Huelva, poniéndole música a unos poemas del Romancero Gitano de Federico García Lorca. Forma parte de la trayectoria de un aficionado que empieza a sentirse atraído por la escena. Pero hasta que no nos metimos en el local de Radio Futura, por un proceso totalmente accidental, en el año 1979, no me planteé la dedicación profesional a la música.
Y entre aquel debut en Huelva y Radio Futura estudió Filosofía en Madrid.
Me matriculé en 1971 en la Complutense, viniendo de Huelva, el primer año que llegamos a Madrid. Yo seguí trabajando como aprendiz de delineante en la misma empresa de la construcción en la que trabajaba mi padre y me matriculé en Filosofía en el horario nocturno. Terminé la carrera en la Complutense y en 1977 me fui a París donde me matriculé un año y pensé que me iba a quedar allí como intelectual de oficio.
¿Qué le hizo cambiar?
Pues en las primeras vacaciones que vine a España me di cuenta que el ambiente de Madrid estaba muy calentito: las galerías de arte estaban en plena ebullición, algunos clubs abrían ya con conciertos de rock y empezaban a llegar algunas bandas internacionales. Y eso tiró de mí y de toda una generación, en el acercamiento a la escena rockera.
Y llegó Radio Futura.
Sí. Visitamos el local de Radio Futura mi hermano Luis y yo, enredando y sin comerlo ni beberlo, nos vimos implicados. Firmamos un contrato con Hispavox y ya nos metimos en la producción del primer disco que llevó el nombre de Radio Futura, que fue aquel “Música Moderna” con temas y dirección de Herminio Molero. Luego nosotros rehicimos la banda y le dimos un giro drástico a partir de 1981 para convertirlo en un cuarteto de rock experimental.
El prestigio de Radio Futura sigue siendo hoy indiscutible, treinta años después de su separación. ¿Qué le llevó a abandonar aquel proyecto?
Hemos tenido la buena fortuna que después de la disolución el prestigio de la banda siguió creciendo y se transmitió a otra generación que lo ha preservado hasta ahora. De modo que en las encuestas hechas por críticos musicales, incluso por sociólogos, Radio Futura sigue apareciendo como el grupo de rock español más reconocido. Yo necesitaba más libertad para recuperar mi vocación estudiantil de aprendiz de filosofía y también para ser más independiente en relación con las obligaciones del negocio.
La televisión niega nuestra riqueza musical
Hablemos de Juan Perro. ¿De dónde viene el nombre?
Fue un encuentro azaroso. Me llamó Juan Perro como insultándome en broma un colega, un músico malagueño que era el batería de Danza Invisible y a mí me gustó. Luego empecé a encontrarle conexiones, resonancias literarias. Me acordé del coloquio de los perros de Cervantes, de alguna narración de Kafka que habla de perros músicos… y luego, investigando los orígenes del influjo africano en la canción española me di cuenta de que el uso de la palabra perro había sido muy generalizado. En la Edad Media se llamaba perro al bando enemigo. Ya en la Edad de Oro, en España se le llamaba perros a los sirvientes. Y a mí me pareció que, definitivamente tenía que afiliarme a ese linaje, que esa era mi tradición.
Juan Perro y su arraigo en el son cubano y otros ritmos no nació espontáneamente. ¿Dónde está el origen?
Siempre hubo en mí una gran inquietud por investigar y abordar esos ritmos. Y con el primer dinero ganado con Radio Futura con el que me pude pagar unas vacaciones, me fui a Cuba a ver cómo cantaban y bailaban los negros que hablaban una de nuestras lenguas. Ese viaje en 1984 fue para mí un schock de largas consecuencias que todavía me tiene muy motivado. El entender la polirritmia aplicada a nuestras lenguas, porque eso también ha pasado al gallego, al catalán y al euskera, ese influjo ha ido asentándose aquí con la ida y vuelta a América y despertando nuestros propios espíritus. Del mismo modo que lo habían hecho antes los ritmos africanos y árabes. Todo esto explica que tengamos una tradición rítmica y melódica muy compleja. Musical y también poética.
¿Qué papel han jugado los emigrantes gallegos en incorporar en España el son cubano y los ritmos americanos?
Decisivo. El papel de los emigrantes de cuando retornan, los indianos. El gusto por el sincretismo musical del viaje americano luego retorna a Galicia. Y eso influye muchísimo en la cultura de los bailables y de las orquestas. En Galicia tienen, históricamente, una importancia determinante, y conviven con el folclore tradicional rural. Esto hace de de Galicia uno de los medios más ricos en encuentros musicales que hay en la península.
Me habla usted de una riqueza musical que luego no se refleja en lo que se ve y se escucha, por ejemplo, en televisión.
Disponemos de un abanico de géneros y de expectativas que se abren como la rosa de los vientos. Tenemos un horizonte musical y poético muy rico en la península Ibérica y es una pena que el negocio televisivo esté empobreciendo el gusto de los niños y los adolescentes con una música absolutamente banal y superficial cuando nuestra realidad es enormemente rica. Hay que quitarle los mandos a esa gente cuanto antes.
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