Serafín González: ejemplo de conciencia medioambiental en Ourense

Serafín González.
photo_camera Serafín González.
El rigor científico de la larga trayectoria de Serafín González como investigador está detrás de cada caso de amenaza ambiental sobre el que alerta, tanto en sus publicaciones como en sus declaraciones públicas

Su interés por la ecología le llevó a estudiar ciencias biológicas, primero en Ourense y luego en Santiago y desde entonces no ha cesado. Investigador sénior del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Serafín González Prieto (Ourense, 1961) compagina su trabajo como edafólogo, que estudia desde el CSIC, entre otros campos el impacto de los incendios en el suelo o la acción de especies invasoras como las acacias y la uña de gato, con su actividad como miembro de la Sociedade Galega de Historia Natural, entidad que este año cumple medio siglo y de la que lleva casi 28 años siendo su presidente.

¿Hubo alguna razón por la que estudió biología?

Me interesaba mucho la ecología y eso es lo que me llevó a la carrera de Biológicas. Tal vez hubiera podido haber estudiado Químicas que era lo segundo que más me interesaba. El caso es que me gustaba la química pero no me atraía demasiado Químicas como carrera.

En sus planes de aquel momento, ¿ya estaba dedicarse a la investigación?

No. Ni tampoco a la investigación sobre el suelo, la Edafología. Mi interés era mayor por la zoología y más hacia los vertebrados. Pero una vez que terminé la carrera, me parecieron inaceptables las condiciones en el departamento de Zoología, en la universidad de Santiago y un profesor de Edafología me ofreció comenzar una tesina en el CSIC, y desde ese momento mi línea de investigación oficial son los suelos, pero eso no quita que haya seguido haciendo estudios de fauna en Ourense, en concreto en A Limia, y en otras zonas. Así que se produjo un desdoblamiento entre la actividad profesional y la actividad aficionada aunque con el mismo rigor que la profesional. Tanto es así que, aunque la mayoría de mis publicaciones científicas son relativas a suelos, también tengo publicaciones sobre fauna, de aves, murciélagos y otros grupos.

A Limia es uno de los lugares que más interés ha suscitado en usted, ¿cómo surge y cuáles han sido los resultados?

Esa larga dedicación viene de los muchos años que he pateado toda la zona de A Limia con Antonio Villarino que es quien empezó a hacer estudios y al final sacamos diversas publicaciones sobre las aves en A Limia, incluido el estudio más exhaustivo que existe en Galicia sobre la ornitofauna en una zona. No hay ninguna otra zona de Galicia con un estudio tan exhaustivo y creo que costará muchísimo trabajo encontrar algo semejante a nivel estatal porque hay un seguimiento a lo largo de más de cuarenta años.

A lo largo de tanto tiempo ¿cómo ha evolucionado A Limia en materia de aves? ¿ha sido para mejor, para peor?

En términos generales, para peor. Si bien es cierto que hay especies muy puntuales que se han visto beneficiadas, por ejemplo algunas granívoras, por la expansión de los cultivos de cereales, en general la situación de las aves ha ido a peor. Sobre todo, en las insectívoras y ha habido también un declive muy importante de aves acuáticas. Y aquí no solo jugó en contra la desecación de la laguna de Antela, también, desde hace veinticinco años, la extracción abusiva de agua para regadío que provoca que los ríos se sequen en verano, unido a los efectos causados por la introducción del visón americano y del cangrejo rojo americano están provocando un efecto negativo muy fuerte.

¿Tendrá consecuencias?

Hay un efecto en cascada que hace que la desaparición de unas especies termine afectando a otras y eso provoca consecuencias, naturalmente. Digamos que es un indicador de la salud ambiental, de la misma manera que los canarios y los jilgueros eran un indicador de la calidad del aire en las minas y los mineros sabían que si el canario o el jilguero que llevaban en la jaula se moría tenían que salir corriendo porque había un escape de grisú. Aquí sucede lo mismo. Si se mueren las aves relacionadas con los medios agrícolas nos está indicando que hay un problema, precisamente en los sitios en los que nosotros producimos nuestros alimentos. Una solución inteligente sería pararse y pensar porque nos alerta de una posible crisis sanitaria y alimentaria a medio plazo.

¿Les hacen caso las administraciones cuando alertan de una situación de riesgo, de un problema ambiental?

Lamentablemente tienden a hacernos muy poco caso a no ser que las circunstancias ya sean tan escandalosas que tengan que acabar reconociéndolo. Nosotros llevamos quince años alertando del problema de la intensificación ganadera en A Limia, con consecuencias ambientales y consecuencias sanitarias porque afecta a las aguas potables de la población y no se nos hizo caso ni entonces ni ahora. Y no se empiezan a tomar medidas hasta que el agua que sale por los grifos deja de ser potable en algunas zonas. Se ha perdido mucho tiempo por no hacernos caso hace quince años.

¿Siguen mirando con recelo a los ecologistas? 

La primera ministra de medio ambiente que tuvimos en España, Isabel Tocino no convocaba a las organizaciones ecologistas porque decía que éramos “melenudos indocumentados”. Y créeme, tengo tanto de melenudo como de indocumentado. En la Sociedade Galega de Historia Natural tenemos a gala desde que se fundó la organización nuestro interés por ser lo más rigurosos posibles y nuestros argumentos son sólidos, aunque lamentablemente no nos hayan hecho caso, como sucedió cuando mis predecesores en la SGHN alertaban del peligro que se cernía sobre el urogallo y hoy el urogallo está extinguido.

En sus estudios de edafología destacan los realizados sobre los suelos quemados y aquí entramos en otro de los problemas crónicos de Galicia. ¿Por qué sigue ardiendo el monte cincuenta años después?

No se ha conseguido resolver porque no se ha abordado la raíz del problema, que es que nueve de cada diez incendios tienen un origen humano. ¿Dónde hay que actuar? Para mí la respuesta es clara: sobre las causas humanas y eso es algo que no se ha querido abordar en todos estos años. Pongo un ejemplo. Si en una ciudad empieza a haber muchos incendios por fugas de gas ¿Qué hacemos? ¿contratamos más bomberos o tratamos de resolver las causas? En Galicia se mantiene una política de extinción en vez de prevención que ha generado una economía del fuego con unos intereses muy fuertes y que no es capaz de resolver un problema histórico, agravado por el abandono del medio rural que está provocando un cambio importante en la estructura de la vegetación.

¿Y la solución?

No hay una varita mágica. Hay que actuar en muchos campos, el de la prevención, y la última gran campaña fue con Serrat en 1992, en evitar el uso del fuego como herramienta agrícola y ganadera, en apoyar el desarrollo rural y fijar población, promover la ganadería extensiva, etcétera, en vez de tener que destinar 170 millones de euros cada año en apagar incendios.

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