LITERALMENTE

El último rey de Roma

Se llamaba Tarquinio, era etrusco y pasó a la historia por su apodo, “El Soberbio”. Fue el último hombre que pudo lucir cetro y corona como rey de Roma. 

La historia de Tarquinio El Soberbio está trufada por el malditismo al que le condenaron los romanos, que odiaron profundamente a un hombre que encarnaba todo lo que detestaban: ni era natural de la Urbe, sino de la dinastía etrusca que se  había hecho con el poder, y sobre todo se comportó como un rey absoluto. Según la historia y la leyenda, Roma tuvo siete reyes en un período que se extendió durante unos 250 años, entre el 753 antes de Cristo, Ab Urbe Condita, cuando se fundó la ciudad, y el -509, con la expulsión del segundo Tarquinio por  Lucio Junio Bruto, el primero de los muchos Bruto famosos. El primero acabó con la monarquía y el último  participó en la conjura para acabar con Julio César cuando parecía que se quería a proclamar rey. Tenía muy en cuenta a su ilustre antecesor a la hora de realizar sus actos.

La Urbe habría sido fundada por Rómulo, a quien sucedería Numa Pompilio y a éste Tulio Hostilio. De los tres primeros no hay apenas rastro. A ellos les siguió Anco Marcio, elegido por los romanos como los anteriores, aunque con vínculos familiares con los primeros gobernantes. Y después, los tres reyes etruscos, que los romanos apenas podían tolerar: Tarquinio Prisco, Servio Tulio y por fin el segundo Tarquinio. Este último se llevó el sobrenombre de El Soberbio por su incapacidad proverbial para relacionarse con el pueblo y el Senado, a los que maltrató desde una posición absolutista. Los romanos maldijeron su legado y la institución que encabezó y juraron no volver a aceptar un rey en Roma tras la proclamación de la república, que duraría otros 450 años, hasta que primero César y luego Augusto acabaron con el sistema e impusieron el gobierno imperial, que duraría 500 años más.

Era en realidad una monarquía, pero no había un rey con tal nombre y además, se mantenían las instituciones de la república, incluyendo la elección de cónsules y el Senado, así como otros cargos. Se trataba de una ficción, pero funcionó y Roma nunca volvió a ser una república, pese a que al menos en dos ocasiones el Senado votó su restauración, una de forma solemne tras el asesinato de Calígula.

Todo el odio provenía del régimen tiránico de Tarquinio El Soberbio, a quien los historiadores romanos consideraron el peor  de los hombres. Al parecer, se empeñó en enfurecer al pueblo romano liquidando sus lugares sagrados, entre ellos la famosa Roca Tarpeya y cerrando los templos de Júpiter, pero lo que realmente le llevó a su caída fue cuando su hijo Sexto violó a Lucrecia, casada con un primo, ante la tolerancia del monarca, que lo habría aceptado sin castigo. Lo que conllevó la reacción de Bruto, que reunió al Senado y forzó la deposición de Tarquinio y la proclamación de la república, con el añadido de que Roma juró de forma solemne que nunca más aceptaría soberanos. 

El Soberbio tuvo que huir fuera de Roma, asentándose en Cumas, donde tenía su morada la famosa sibila que había profetizado la caída del rey y también avanzó lo que pasaría a la Urbe en los siguientes siglos. Todo ello lo llevaba escrito en tres libros que presentó ante el propio Tarquinio, quien se negó a pagar su alto precio. Como es conocido, la sibila destruyó el primero y pidió lo mismo por los otros dos. Negándose de nuevo el rey, también quemó el segundo y volvió a reclamar idéntico precio por el que quedaba. El rey aceptó y el libro restante fue guardado para su consulta sólo en los momentos de mayor crisis.  

El último monarca de Roma moriría en el año 495 a.C. Muchos años antes el hombre que le obligó a dejar la corona, Lucio Junio Bruto, y su sobrino Lucio Tarquinio Colatino, esposo de Lucrecia, se habían convirtieron en los primeros cónsules  del nuevo gobierno republicano del Senado y el Pueblo de Roma. 

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