UNA IMPRENTA Y UN PERIÓDICO
Un escaparate que es historia
Herminia Rodríguez empezó con su negocio poco a poco, "case sen querer". Ella solía hacer ganchillo y calcetar antes de abrir su tahona -"tafona", como reza el cartel del establecimiento-. En sus inicios también trabajaba el día de la Festa da Istoria de Ribadavia, de la que ella fue la primera presidenta, pero con el paso del tiempo eligió justamente este día como uno de sus pocos días de descanso al año. Herminia cuenta que tuvo que dimitir de la presidencia porque no aguantaba la carga de trabajo como coordinadora de la Festa da Istoria y la tahona simultáneamente.
No abandonó, sin embargo, la labor por la que se ha hecho famosa en Ribadavia, la elaboración de dulces hebreos, que ha estado preparando desde hace 30 años, hasta que llegó el covid. La pandemia la obligó a cerrar; un cierre que se apuntaba temporal, en principio.
Afirma que fue un cambio drástico y que ahora se aburre. Su rutina cambió totalmente desde que la pandemia comenzó. Ahora suele pasar las tardes paseando con una amiga en dirección a Francelos. A pesar de no trabajar, siempre intenta coger un tronco de leña por el camino, porque el horno necesita seguir calentándose cada día para mantenerse en funcionamiento. Un horno de piedra antiguo, de los pocos que todavía se conservan activos en Ribadavia.
Herminia dice que le gustaría seguir, pero que sus hijos no la dejan, por el miedo al virus y porque, si ella sigue trabajando, su marido tiene que ir a la fábrica a por leña, y eso es una tarea dura a sus ya 85 años. Cuando gaste la leña que todavía le queda, tiene planeado reformar el bajo en donde se encuentra la tahona y convertirlo en parte de su vivienda para "facer ahí a vida". A la pregunta de si, ahora que cierra, retirará el cartel que cuelga de las paredes del establecimiento, dice que "a mín non me estorba!".
Herminia recuerda a unos señores que vinieron hace cuestión de días a ofrecerle dinero por sus antiguos recetarios, a los que respondió que no los vendía, a pesar de que según ella se los pagaban "a precio de ouro". La decisión de no vender los recetarios viene motivada por el futuro laboral de su descendencia. En la actualidad Herminia tiene dos hijas -una reside en A Coruña y otra en Ourense, ambas están trabajando- y un hijo, que es músico y ejerce como profesor. También tienen una nieta, que está estudiando en la Universidad de Santiago.
A pesar de que a día de hoy todos están ocupados, Herminia dice que su horno y sus recetas siempre estarán ahí por si en algún momento les falta trabajo. Reconoce que le da mucha pena pensar que las puertas de su establecimiento no se vuelvan a abrir nunca al público, pero entiende que es un trabajo muy sacrificado, que requiere estar ahí todos los días y levantarse muy temprano. Cuando sale el tema de su edad asegura que tiene 38 años, y unos segundos más tarde avisa de que, desde hace algún tiempo, ella siempre dice su edad leyéndola al revés. A pesar de sus 83 años, Herminia hace hincapié en que en su mente no tiene la edad que en realidad tiene.
En plena conversación, pasan un par de personas por la calle y la saludan, a lo que Herminia dice en un tono de broma: "Ninguén pasa sen me saudar eh!".
Es llamativo ver como Herminia empezó con su negocio los primeros años de la Festa da Istoria y echa el cierre de forma definitiva en un momento en que no es posible celebrar la fiesta debido a la pandemia. Preguntada sobre cómo ve el futuro del barrio judío de Ribadavia, contesta que lo percibe como "moi parado!".
Herminia desearía que recuperasen las casas en mal estado del barrio y que este volviese al esplendor que tuvo en el pasado, cuando en cada puerta había una tienda. Uno de esos establecimientos, la Tafona da Herminia, queda ya en la memoria colectiva de los ribadavienses, como esas recetas que, si alguno de los descendientes no cambia de opinión, no podrán volver a degustarse mientras se pasea por el barrio judío.
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