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Historias del Santo Cristo

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photo_camera Entre las fotografías que Augusto Pacheco conservaba en su archivo aparece esta original imagen de nuestro Santo Cristo fuera de su habitual espacio.

Tres cosas hai en Ourense que no as hai en España: O Santo Cristo, a Ponte e as Burgas fervendo auga.

 Descuido imperdonable por mi parte, pero sin darme cuenta, en estos siete años de publicaciones nunca he hablado de uno de nuestros símbolos de identidad como ourensanos, el Santo Cristo.

Para ser honestos no es difícil encontrar excelentes trabajos que nos describen perfectamente las cualidades de esta mítica figura y la capilla donde se aloja. Sin duda, el canónigo archivero, Miguel Ángel González García, es uno de los más indicados para instruirnos en el tema. Su libro "El Santo Cristo de Ourense y su capilla" (Grupo Francisco de Moure, Ourense 2011) es probablemente la mejor opción.

Yo voy a contaros algunos detalles recogidos en mis lecturas de prensa antigua sobre nuestro Santo Cristo. Para algunos de vosotros serán ya conocidos, pero seguro que aún quedan ourensanos que me agradecerán el recuerdo. 

Según la leyenda, es a finales del siglo XIII cuando unos marineros se encuentran en las playas de Finisterre con la imagen de Cristo crucificado. De inmediato se acoge en aquellas tierras y en un periodo muy breve de tiempo se sabe de su existencia en toda Galicia. Coincidió que el arcediano Vasco Pérez Mariño, natural de Finisterre, es nombrado obispo de Ourense, y decide regalar a nuestra ciudad la talla allí encontrada. 

Este punto merece un comentario, porque ya los estudiosos, con buen criterio, lo apuntan y el hecho de que exista al menos una réplica lo avala (en Nuestra Señora de las Arenas, Finisterre), si no son dos (en la Capilla del Santo Cristo, Catedral de Burgos). Es la lógica duda de que imagen tan venerada se pudiera sustraer de Finisterre para pasar a ser patrimonio de los ourensanos. Más lógico sería pensar que inspirándose en la bella obra de Finisterre se hicieran replicas, aunque también es cierto que según los entendidos es muy complicado afirmar cual es más antigua de ellas.

Se dice que llega la imagen a Ourense hacia 1340 y desde el primer momento la ciudad la acoge devotamente. Quizás el realismo que muestra la figura ayude a dar pie a muchas de sus leyendas. El que fue cronista de nuestra ciudad Benito Fernández Alonso tuvo ocasión de verla de cerca y estudiarla en detalle, compartiendo estas conclusiones: 

 "Tiene en el pecho un pedazo de la soga con que el Redentor fue preso y atado (...) Están adheridas varias capas de tela de algunos centímetros de espesor formando una aplicación mullida a la que después han ajustado la tela encerada que semeja la piel, sobre la cual están dibujadas las facciones humanas, ronchas, cardenales, verdugones y todas las huellas de la crucifixión. (...) El mullido del cuerpo, con solo la presión del dedo se hunde levemente como de carne. (...) El pelo y la barba son naturales, brotando al parecer como si en efecto saliesen a través de la epidermis humana. Parece ser obra de Nicodemus".

Leyendo esta descripción se me antoja difícil que pasara desapercibido por el cronista el hecho de que las uñas y la dentadura también fueran naturales, como según parece son. Pero seguramente existirá una explicación... Lo más repetido de la leyenda es el hecho de que fuera necesario que un barbero visitara la capilla con cierta frecuencia para cortar el pelo del Cristo, y quizás no sea incierto en su totalidad, ya que aunque desconozco si en la actualidad resulta preciso, en tiempos se dice que se le cambiaba la peluca cuando ésta, por el paso del tiempo, se deterioraba. Como nos dice Miguel Ángel González García, el hecho de que la imagen esté en penumbra, cubierta por una cortina, contribuye a darle ese halo de misterio.

Para no extenderme en detalles, os diré que sin dudas ya en su tiempo fue obra de una complejidad extrema y que el empeño en conseguir el mayor de los realismos primó en todo momento. En las manos, al tacto se percibe la existencia de “falanges”; los pies no forman una pieza con el resto; las piernas, para dar sensación de movimiento, están colgadas del tronco y tapada la unión por lienzos. Lo que muchos desconocemos es que a su llegada se le habilitó un espacio pegado a la puerta norte de la catedral, ya que donde hoy tiene su capilla (del Santo Cristo) en aquellos años estaba la sacristía. El traslado de la figura se hizo el 8 de abril de 1573 (en un acto de carácter privado del cabildo Ourensano), si bien la finalización de las obras de la capilla se produciría ya en el siglo XVII (1606).

Entre las leyendas descartadas por inciertas y truculentas está la por fortuna poco extendida de que se trataba realmente de un cadáver momificado. Quienes lo mantenían, no sé qué explicación daban a la envergadura de la imagen, más de dos metros, y su buena conservación estando en contacto con el aire… 

Y lo que es fácil de demostrar como erróneo es la creencia de que el Santo Cristo se sacaba de la catedral para escenificar el Desenclavo en la Praza Maior en las celebraciones de Semana Santa (Viernes Santo, previo a la procesión del Santo Entierro). Para ese acto litúrgico de gran espectacularidad existía (y supongo que existe) una réplica articulada que dicen se conserva en Santa María Madre.

Si tenéis interés por el tema, el trabajo citado de Miguel Ángel González García os gustará, y si lo deseáis, en internet también se puede ampliar la información.

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