REPORTAJE

Abogado con 86 años en Ourense: “¿Qué otra cosa podría hacer?"

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photo_camera Alfonso Pazos Bande, en su despacho de la calle Paseo. (FOTO: JOSÉ PAZ)

La abogacía es una profesión en la que los años son un acicate para no parar. Actualmente, el Colegio tiene constancia de cinco letrados con 80 o más años que trabajan. Alfonso Pazos Bande es el mayor de todos. A sus 86, sigue subiendo a diario los 51 escalones que dan acceso a su despacho.
 

Mientras la inmensa mayoría de los trabajadores contempla en el horizonte de la jubilación un oasis, hay otros, no muchos, a quienes las ocupaciones laborales tejen una especie de telaraña que les atrapa de por vida. La rutina del trabajo otorga significado a lo que son por muchas décadas que consten en el DNI, ese documento que ya no se renueva a partir de los 70.

La abogacía es la profesión liberal en la que más tarde se ejerce de pensionista a tiempo completo. Y no por la falta de relevo, como puede ocurrir con los sacerdotes.  Motivos económicos y la vocación determinan la continuidad. "Nuestra profesión es complicada, y más desde el punto de vista de coberturas sociales, porque las pensiones de jubilación son pequeñas", asegura desde el colegio el secretario técnico, Alejandro Pérez Garrido.

20190330195107194_resultActualmente, en Ourense hay cinco letrados con 80 o más años que figuran como ejercientes. Los más veteranos son Nemesio Barxa (el colegiado número 30); Alfonso Pazos  (31) y el verinense Adolfo Taboada Sanz (con el número 32). Entre el 1 y el 29, ya han fallecido.

Alfonso Pazos Bande es el mayor de todos ellos: cumplirá 87 años en noviembre. Es abogado desde hace casi seis décadas de forma ininterrumpida (se colegió el 9 de julio de 1959). Cuando sopló las 70 velas, porque decidió cobrar la pensión de la Mutualidad de la Abogacía, sus hijos lo agasajaron con un gran comida, "a modo de despedida, en el Xesteira", según rememora. Pero no se fue. Una baja pensión de 601 euros y un exceso de vocación fueron determinantes para que decidiera seguir subiendo los 51 escalones que dan acceso a su despacho del segundo piso del número 24 de la calle Paseo.

Pero ¿por qué sigue trabajando a los 86 años? La respuesta-pregunta es inmediata: “¿Qué otra cosa podría hacer?"Sigue al frente de un bufete en el que hay otros tres letrados, entre los que está un hijo y una sobrina. Hace años, llegaron a ser siete.

Para este veterano de las togas, la disciplina y el orden son fundamental para mantener el ritmo de  trabajo de lunes a viernes. Siempre se levanta a la misma hora -"ver el sol me pone muy contento"- para llegar a la oficina entre las 09,30 y las 10,00 horas. Antes oxigenaba la mente con el judo, pero ahora prefiere los paseos.

En su pequeña agenda trimestral, confeccionada por él mismo con folios en blanco y cuatro grapas, recoge todos sus quehaceres diarios con una diminuta caligrafía. Ahí -dice riendo- "está toda mi vida laboral". Desde las citas del día, las llamadas pendientes, los funerales a los que va a ir o cuando debe hacer la revisión del Sintrón (vive con una marcapasos "de los más modernos") desde hace tres años).


Sin móvil ni ordenador


20190330195107225_resultNo posee teléfono móvil ni ordenador. Aunque tiene a Sonia,  a quien dicta sus escritos."No me gusta que los demás sean quienes te controlan", asegura. Además, es muy celoso de su intimidad. Los recuerdos de épocas pretéritas, en las que el régimen franquista le tenía pinchado el teléfono y le abría las cartas que su padre exiliado -fue  diputado en la República como radical socialista- le enviaba desde México, siguen muy vivos en su cabeza. Aún reacciona con toda la  vehemencia de antaño, que era mucha, con "todo aquello que atenta contra mi libertad y dignidad".

Aunque hace años su presencia en las salas de vistas eran constante, por ser uno de los penalistas más reputados, ahora asume más asuntos de despacho. Además, "muchos temas se resuelven antes de llegar a juicio". Hace un mes ejercitó la acusación particular en la Audiencia provincial, representando a un abogado a cuya familia quisieron secuestrar.

Estudió Derecho por libre con ayuda de tres profesores: Sinforiano Rebolledo Macías (juez) y los fiscales Fernando Seoane Rico y Jacobo Varela Feijoo. Con el título en la mano, en 1958 dudó entre ser juez y abogado. Se lo consultó a su padre por carta y una frase suya que nunca olvidará inclinaron la balanza: "Decir palabras con significado justo  es cumplir fines y ver más de cerca las estrellas". Desde entonces, centenares de clientes y pleitos le han mantenido ocupado. Su primer caso, un aborto en A Rúa, "salió bien".

No se arrepiente de la elección.  "Me identifico mucho con la gente que viene aquí, y creo que es mi obligación, como médico de problemas, darle una solución, buscar el equilibrio entre las personas". Pero siempre -recalca- "desde la independencia".

Al llegar el fin de semana, Pazos Bande hace un alto. Se pasea por la aldea de Santa Ana (Sandiás) y por las páginas de "La globalización liberal", de Susan George  y Martin Wolf.  A veces, cuando está inspirado, su espíritu libre le dicta poemas. 


Testimonios de 60 años de profesión se agolpan en su despacho


En el despacho todo tiene significado . A falta de carpetas en el ordenador, la documentación -"las reformas en el derecho sustantivo y procesal te exigen estar al día"- la clasifica en cajones archivadores. 

Aficionado al arte, de las paredes cuelgan obras de Xaime Quessada, Vidal Souto, Godoy o el retrato que le hizo Xavier Pousa en 1963 en el bar Tucho. También hay esculturas: "La bella Otero", de Arturo Baltar o "La mesa", de Acisclo Manzano, en alusión a uno de los métodos de tortura utilizado durante la Dictadura  por la Policía con un militante del Partido Comunista al que dio voz este abogado. 

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