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Reportaje
Las pandillas ya no son lo que eran. Revoluciones como la del transporte o la llegada de internet han cambiado las relaciones sociales, y quienes mantuvieron grupos de amigos en los 90, 80 e incluso antes recuerdan con nostalgia las infinitas horas pasadas juntos y una cercanía que apenas pueden expresar con palabras.
Desde Reza han desempolvado el baúl de los recuerdos. Quieren exponer sus antiguas fotos, provocando emoción en quienes se busquen en ellas y la curiosidad por saber quién ha sido la vecina, dueña de un conocido local del barrio, que ha recordado con cariño a su antigua pandilla. "Sin amigos, la vida sería horrible", defiende. Muchas otras fotos no han soportado el paso del tiempo y están hechas añicos.
En una pequeña reunión en la asociación vecinal Quince de Agosto con su presidenta, Sara Cruz, aquellos tiempos recobran vida. Y recuerdan cuando precisamente el 15 de agosto se celebraba una fiesta muy esperada en la ciudad, y acudían personas de todo Ourense con su merienda. Entonces, las amistades se forjaban de otra manera: “Pasábamos la vida escapando y corriendo de un lado a otro. Las pandillas se perdieron desde que cada niño va a una escuela diferente. Antes te escolarizaban en la más cercana, y el niño más mayor del barrio te traía de casa al cole. Yo recuerdo empezar como la pequeña y terminar como la mayor, llevando a todos los niños vecinos conmigo. Hasta a mis primeras verbenas iba con los mayores. Si no, no te dejaban”.
Ahora advierten que "no tenemos tiempo para nada y el ambiente se ha deshumanizado. Antes comías en la casa del vecino. Donde hubiera macarrones, que entonces era un éxito. Pasabas por el barrio y te daban un poco de empanada aquí, un poco de oreja allí…”, recuerdan. Entonces compartían una misma aula niños y niñas de todas las edades, así que “menos para dormir, estábamos siempre juntos. Así que somos tres vecinas que casamos con tres hermanos, y no recuerdo en qué momento conocí a mi marido”. Por aquel entonces, había "toque de queda". Ya en la adolescencia, iban a bailar hasta los Jardines del Posío con zapatos bonitos para lucir y zapatillas en el bolso para volver corriendo. Eran tiempos, hoy iluminados por la nostalgia, en los que "no se hacían gamberradas, se hacían trastadas".
María Félix, Yuli, Elena, Rosa Mari, Raúl, Concha, y José Manuel, "para siempre Pipo", vecinos de Reza.
El grupo de amigos de Manuel Rodríguez, que aprovecha la mañana tomando en el Parque das Marcedes, se formó a lo largo de décadas. Y esta pandilla "es más reducida que el de mis padres. Cada vez los grupos de amigos son más pequeños y los de 'gente conocida' más grandes. Porque al relacionarte con tantas personas no creas vínculos fuertes. Y antes había más lealtad”, lamenta.
Silvia González y Natasha Pastor, en un descanso tras varias horas de estudio en la Biblioteca Pública de Ourense, defienden que ahora hay más confianza entre los amigos, y por eso están más unidos. “Hoy se cuentan más cosas íntimas y personales”, matiza González. Y, ¿en qué momento las pandillas comienzan a desbaratarse? "Cuando te ves obligado a priorizar. Las responsabilidades te obligan a centrarte en lo que más te importe…", resumen. "Lo que más separa a los amigos es la situación laboral", añade Pastor. Las redes sociales ayudan a mantener el contacto “pero siempre hay algo de control y malos entendidos". Y, ¿quién es amigo?: “Quien te apoye en los momentos más duros”, concluyen.
Como estudiantes de primer curso universitario, este fue el primer año en Ourense de Verónica Luna y Marina Romero, que coincidió con el covid: "Levounos seis meses para facer amigos”, reconocen. Luna reflexiona sobre como “antes, os inmigrantes que ían a Venexuela ou Cuba perdían as súas amizades. A miña avoa tiña un amigo que foi para alá e até que voltou non se viron de novo”, explica.
Fotografía (cedida por Nely Padín) de la última reunión del grupo, justo antes de la pandemia.
Nely Padín, quien preside en la actualidad la asociación de vecinos de Portovello, aún recuerda con mucho cariño el grupo de amigos que formaban los veterinarios de Coren, entre ellos su marido, y sus respectivas parejas.
Durante décadas, salieron a cenar cada sábado. Padín recalca que “éramos como hermanos. Hoy en día ya no existen amistades así en los trabajos. Cada uno, al salir, hace su vida”, compara. Incluso Eulogio Gómez Franqueira, gran impulsor de Coren, se uniría a ellos en numerosas ocasiones.
Las primeras de estas cenas entre amigos comenzaron hace ya 53 años, y fueron continuas hasta que lo impidieron los traslados, las jubilaciones o los fallecimientos de miembros de la pandilla. Incluso celebraron una nueva reunión justo antes de la pandemia, porque, recuerda Padín, "se formó una amistad para toda la vida".
Entre los locales frecuentados, el restaurante San Miguel o el Catro Caminos, además de alguno ya desaparecido. Y, tras caer la noche, bailaban en las salas de fiestas de la ciudad.
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