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El asesinato del cura de Vilanova cumple ocho años, y sigue sin resolverse

El día 10 se cumplen ocho años del crimen sin autor de “un hombre bueno”. Adolfo Enríquez, párroco de Vilanova dos Infantes, fue asesinado por aquellos a los que ayudaba. Ocho años después, la muerte violenta y el robo de la Virgen del Cristal sigue sin esclarecerse

M. Sánchez

Publicado: 08 mar 2023 - 06:43 Actualizado: 08 mar 2023 - 07:03

Por la localidad aún se pueden ver carteles en los que se pide justicia para el sacerdote. (L. FERNÁNDEZ)
Por la localidad aún se pueden ver carteles en los que se pide justicia para el sacerdote. (L. FERNÁNDEZ)

La bondad de Adolfo Enríquez Méndez no pasaba desapercibida. Era un párroco espléndido con los necesitados. No cerraba la puerta a ningún forastero que llamaba a la rectoral de Vilanova dos Infantes, una parroquia con 231 vecinos. Siempre tenía unos monedas o unas patatas a mano para quien rondaba por el pueblo en busca de caridad. De hecho, su altruismo atraía a mendigos de toda la provincia porque la fama de hombre bueno y confiado (no ponía en duda las ayudas que le pedían) se extendió rápidamente.

Hace ahora ocho años también fue generoso con las personas que lo asesinaron. Fue víctima, sus 77 años, de un robo muy violento en el que también desapareció la Virgen del Cristal, más conocida como A Pequeniña, la talla del siglo XVII metida en una hornacina de apenas 10 centímetros que él custodió durante 50 años. Pero, según fuentes cercanas a la investigación, los autores, que campan a sus anchas, “iban en busca de dinero no de una santa”. Era la segunda más pequeña del mundo, por detrás de la virgen boliviana de Letanías, pero apenas tenía valor más allá del sentimental.

La talla robada.
La talla robada.

La compasión del cura sorprendió a la propia Guardia Civil cuando investigó su muerte. Todo el dinero que tenía lo daba, tal como se acreditó a través del rastro que condujo a los agentes hacia los dos croatas detenidos e imputados por su asesinato, Elvir Fehratovic (37 años) y su sobrino Arsen Fehratovic (30), quienes quedaron finalmente exculpados por falta de pruebas o indicios sólidos.

“Fue un hombre muy querido y respetado en Vilanova desde que llegó en los años sesenta del siglo pasado”, asegura José Manuel Enríquez, sobrino de la víctima y portavoz de la familia. No solo fue “el padre de los pobres -recalca- sino que se involucró “con la vida artística, la historia y la cultura de todo el ayuntamiento”. No tenía dinero porque lo daba. Cuando lo mataron conducía un ZX Picasso destartalado que llamaba la atención en el parque móvil del clero.

El crimen de Adolfo dejó una profunda huella en la familia y en Vilanova dos Infantes, que todavía está de luto. En el pueblo todavía se pueden ver fachadas con crespones negros o incluso flores en la rectoral. En las visitas guiadas a la torre medieval (siglo X) se recuerda el fatídico crimen y la desaparición de la virgen. Y el próximo domingo, a las 12,30 horas, habrá una misa en su honor.

La familia no puede pasar página porque el crimen, ocurrido en la madrugada del día 10 de marzo de 2015, aún está sin resolver. “Ocho años después ya basta de mentiras y de silencios. Hay que trabajar para resolver el caso. Socorro Pérez, en la ciudad, y Adolfo merecen el mismo respeto que todos y cada una de las personas asesinadas en España”, asegura el portavoz. El sobrino de Adolfo cree que ni en un caso sin en el otro, el que le toca más de cerca, “estuvieron los mejores de la Policía Nacional o la Guardia Civil”. De hecho, asegura que la Unidad Central Operativa (UCO) del Instituto Armado, un prestigioso equipo que investiga casos complejos, no acudió a Vilanova, tal como en su día se publicitó. “Si hubiera sido así hubieran llamado a mi padre, el primero en entrar al galpón en donde lo asesinaron”, asegura al tiempo en que insiste en que se diga la verdad.

"Una espina clavada"

La falta de respuestas también pesa en la judicatura. “Me da mucha pena y, personalmente, es una espina que tengo clavada porque no logramos cerrar el círculo con una condena”, asegura el fiscal Miguel Ruíz, quien también supervisó otras complicadas investigaciones de crímenes como el del holandés Martin Verfondern en Santoalla (Petín) en el año 2010, logrando la condena del autor, Juan Carlos Rodríguez. Destaca que la Guardia Civil “trabajó muchísimo” pero “faltó el pequeño toque de suerte que siempre se precisa para cerrar las operaciones con éxito”. Ruíz asegura que el párroco fue víctima de personas a las que ayudó, y recuerda que la Guardia Civil nunca tira la toalla. Quedan doce años para que el crimen prescriba.

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