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INVESTIGACiÓN POLICIAL
Los dos detenidos, Francisco Javier González Hermida, de 42 años, y Óscar González López, de 38, ambos vecinos de Ourense, como presunto autores del crimen del recluso de Pereiro de Aguiar Fernando Iglesias Espiño, de 63 años, gastaron el dinero (19.450 euros) que le quedaban de la herencia al fallecido, según pudo saber este periódico, en apuestas de distintos juegos de azar, bares de alterne y drogas. El dinero lo retiraron de la cuenta corriente que tenía Fernando Iglesias entre los días 11 y 24 de agosto (el crimen se produjo supuestamente el día 11 de ese mes) utilizando el móvil y las tarjetas del fallecido. La última retirada de dinero la realizaron el 24 de agosto en un cajero de Ribadavia, donde un testigo vio cómo Óscar González rompía una de las tarjetas, exclamando: "Bueno esto se terminó, no hay más que sacar".
El titular del Juzgado de Instrucción 1 de Ourense, encargado del caso, encontró hasta 12 indicios para incriminar y decretar el ingreso en prisión de ambos. El instructor también teme que se fuguen o destruyan pruebas.
Los dos detenidos presuntamente mataron a Fernando Iglesias el mismo día 11 de agosto, el día que salió de prisión con un permiso de cuatro días. La víctima, nada más salir de la cárcel de Pereiro, fue a visitar a un hermano que sufre una discapacidad y está ingresado en la residencia de Cornoces (Amoeiro). Después se dirigió en su coche a la granja avícola de Bouzas (Maside), donde solía trabajar con Francisco Javier González, que era su amigo personal y conocía que Fernando Iglesias había heredado tras morir su madre.
La economía de González Hermida y Óscar González no era buena y habrían decidido acabar con la vida de Iglesias Espiño para quedarse con el dinero. Así, nada más entrar en la granja, lo golpearon en la cabeza, matándolo. Después trasladaron el cadáver en el coche del fallecido hasta la finca conocida como A Mina, en Senra (Piñor de Cea) donde lo enterraron. Acto seguido cogieron el coche y se desplazaron a Vigo, dejándolo aparcado y abandonado en la calle García Barbón, algo que llamó la atención al juez, dado que Iglesias Espiño lo acababa de comprar en esa misma ciudad.
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