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La familia de Nerea de Dios ha memorizado las aceras, los rebajes de garajes y los baches de las calles del barrio ourensano de Cruz Alta. Es mera supervivencia, para sortear las múltiples barreras arquitectónicas a las que Nerea, y su silla de ruedas, se enfrentan día a día. El recorrido de su casa a la panadería más cercana incluye tramos por la carretera -muchas aceras son inaccesibles-, cuestas empinadas y rodeos para evitar socavones. “Tienes un mapa en tu cabeza, ya sabes por dónde no puede pasar la silla, qué vueltas hay que dar, dónde puede cruzar…”, explica Adrián de Dios, su hermano.
En la mayoría de las calles, las aceras no cuentan con rampa para acceder a los pasos de peatones, por lo que Nerea utiliza los de los garajes. “En algunas zonas, la acera es tan antigua que está a menos altura, y la silla puede pasar. Pero en muchos sitios, la altura es imposible. Incluso cuando hay rebajes, no están a ras de suelo, lo que también dificulta el paso de la silla”, asegura de Dios. Las paradas de bus tampoco cuentan con accesos: “Tiene que bajar ella a la carretera y el bus tiene que aparcar y dejarle hueco para que pueda entrar”.
La entrada a los parques del barrio es, en muchos casos, una odisea. “Ni siquiera los últimos que se han reformado tienen buena accesibilidad. Para entrar hay que dar la vuelta entera a la manzana…”, recalca.
La falta de accesibilidad no solo impide que Nerea se mueva con libertad por su barrio, sino que pone en peligro su silla. “Con el mal estado de las aceras y de la carretera puede tener averías, y solucionarlas implica mucho dinero y que, durante un tiempo, tiene que usar la silla antigua, que no es eléctrica y, por tanto, le dificulta todavía más el desplazamiento por la calle”, explica la familia.
Antonia Vázquez sufre de Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), lo que dificulta su respiración. Su hija, de 33 años, tiene movilidad reducida a causa de una microencefalia. Para esta familia, utilizar coche en la ciudad no es un capricho: es la única forma de desplazarse. “Pero no hay suficientes plazas para minusválidos. Ni en el hospital, ni en los centros médicos, ni en el juzgado, ni en los edificios administrativos… Nadie piensa en las necesidades de alguien que no puede caminar”, reclama Vázquez.
La estación intermodal, inaugurada en febrero de 2021, no cuenta con plazas para minusválidos. “¿Qué hago si mi hija viene en tren? Aquí solo pueden parar los taxis, ¿me arriesgo a una multa?”, señala. Vázquez también critica la carencia en el CHUO: “El otro día tuve que ir con ella a Urgencias, de madrugada. No podía aparcar en la entrada para bajar con ella porque no hay plazas, y no la puedo dejar sola”.
Tanto Vázquez como la familia de Nerea reclaman concienciación en las administraciones: “Tienen el mismo derecho que el resto de la población a moverse con libertad por la ciudad”.
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