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Ni siquiera Ruperto, el más rico del cementerio, se libra de la dejadez en el camposanto de San Francisco, declarado Bien de Interés Cultural en el año 2000. Fue una larga lucha liderada por José Ángel Valente la que impidió en su día que el Concello de Ourense especulase con los terrenos, que hoy están protegidos como monumento artístico y en los que descansan nombres de la cultura como el propio Valente, Eduardo Blanco Amor, Xaquín Lorenzo Xocas o Ramón Otero Pedrayo. También Ruperto: un burgués del siglo XIX que descansa en uno de los mausoleos más valiosos del camposanto. Su parcela está parcialmente absorbida por la maleza y de la cúpula se han desprendido algunas partes de la obra, proyectada por Vázquez-Gulías en 1907. Aunque para llegar hasta ella, en uno de los pasillos laterales, todavía hay mucho bache que atravesar. El ayuntamiento no pone solución al abandono.
Los pocos visitantes del cementerio en un viernes lluvioso previo al Día de Todos los Santos sortean los obstáculos como pueden. Vienen a adecentar las tumbas de sus seres queridos, aunque para llegar hasta ellas se complica el asunto por el barrizal y los socavones. Ni hablar de turistas, a pesar de que durante años se intentó que el cementerio fuese un atractivo más de la ciudad por la importancia histórica, arquitectónica y cultural que posee desde la puerta, donde un letrero recuerda: “El término de la vida aquí lo veis, el destino del alma según obréis”. Los viajeros no llegan al camposanto.
“¿Folletos? Hace años que no tenemos”, dicen en la garita. Para el camposanto se prometió un proyecto cultural, una página web, una ruta, QR… Sin embargo, un panel informativo ilegible es la única señal que queda de aquellas promesas. La ruta, entonces, es a ciegas.
El descuido del Concello de Ourense se observa desde la entrada. La lápida de “Pobre Asunción”, la primera víctima de violencia machista registrada en la ciudad, pasa completamente desapercibida. Aunque más oculta está la de una mujer fallecida en el siglo XIX, en los inicios del camposanto: la forma que dieron a las zonas ajardinadas no tuvo en cuenta esta lápida. Sus descendientes tendrán que apartar los setos si quieren recordar a la fallecida.
“Quién me dice a dónde voy, le han cerrado la puerta a este pobre soñador, se ríen los dos, allí esperan los dos: te va a aplastar el diablo o la mano de Dios”, canta Yosi Domínguez en el disco que Los Suaves le dedicaron al camposanto. Casi que esta iniciativa y alguna ruta particular de historiadores de Ourense -Vázquez Monxardín uno de ellos- son los únicos proyectos culturales que no se quedaron en papel mojado.
El camposanto no tiene señaladas ninguna de las tumbas de interés por las que adquirió la condición de BIC. La de Blanco Amor, una de las más representativas, es reconocible. Aunque hace tiempo que le falta una bufanda de bronce diseñada por Acisclo Manzano -está en el taller del artista reparándose-. Peor suerte corren algunas lápidas: los temporales partieron la piedra en varios nichos y así permanecen. En un par de mausoleos, con ventanales artísticos exquisitos, las vidrieras están rotas. En otros, la vegetación inunda los altares en el interior.
Solo cabe recordar el famoso epitafio de Ben-Cho-Shey, que dejó escrito para impedir homenajes póstumos. “As cousas ou se fan ao seu tempo ou non se fan”, se lee en su tumba. El Concello de Ourense aprobó a última hora -esta semana- una modificación presupuestaria para destinar 48.000 euros al arreglo de cementerios municipales. Justo cuando faltan unos días para Todos los Santos. No podemos saber si para Ben-Cho-Shey esta actuación llegaría “ao seu tempo”.
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