Reportaje

La mejor cara de la peor crisis

El voluntariado protagoniza parte de la lucha en esta crisis. Manos nuevas que ofrecen todo a cambio de nada y siempre que se necesitan, hoy más que nunca: "No podía quedarme de brazos cruzados ante esta situación"

La crisis social actual moviliza a nuevos voluntarios que no pueden quedarse de "brazos cruzados" ante la realidad que atraviesan muchas personas. Estos son los casos de Araceli Muñoz, Rafael Fernández y Andrea Fernández que se pusieron al servicio de diferentes entidades sociales.

Araceli Muñoz reingresó en Cruz Roja con el inicio de la pandemia, tras su paso por Juventud, dejando claro su compromiso con los que más lo necesitan. Ahora, lleva el timón de la recepción de este barco de salvamento que atiende miles de llamadas y peticiones desde el inicio de la crisis. Rafael Fernández no dudó en prestarse voluntario en el comedor de Cáritas para hacer lo que sea: "Hay mucho trabajo y sitio para más manos", cuenta. Cada día es testigo de la realidad en un lugar que pasó de atender a "casi 300 personas a más de 600". Por último, Andrea Fernández no dudó en unirse al plan Acompáñame de la Asociación de Viudas María Andrea, donde ganó una abuela postiza, Lola.  

“El voluntariado es algo que recomiendo encarecidamente"

Araceli Muñoz es una cara conocida en Cruz Roja, tras su paso por el área de Juventud. “Colaboraba con las tareas de los niños, era divertido y los pequeños me encantan”, cuenta. Ahora regresa a este barco de salvamento, cogiendo el timón de la recepción: “Me reincorporé cuando comenzó el tema del coronavirus, porque supe que  haría falta ayuda”, reconoce. Con una disponibilidad más amplia, vuelve a Cruz Roja para atender las miles de llamadas que sonaron desde el inicio de la pandemia: “Los primeros días fueron un poco caóticos, con un montón de llamadas en su mayoría para peticiones de alimentos”, comenta. 

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Esta realidad no es algo puntual, las necesidades existen y esta crisis las agrava: “Yo soy de Madrid, conozco su existencia y aquí ocurre lo mismo”, apunta. A pesar de tener que enfrentarse a historias muy duras emocionalmente, califica la experiencia como “bonita” y la recomienda “encarecidamente” para cualquier persona:  “No lo veo nada excepcional sino como algo que puede formar parte de la vida”, expresa convencida. 

“Hay mucha gente que lo da todo para ayudar a los demás"

El comedor de Cáritas cuenta con nuevas manos, las de Rafael Fernández. La llegada de una pandemia lo puso en marcha tras colaborar con otras entidades sociales de forma “puntual”. Y en estos tiempos, eso cambió: “La sociedad vive una situación extremadamente grave, creí que tenía que dar el paso por algo más permanente”, cuenta. Aunque continúa su trabajo en un centro sanitario, sus ratos libres los dedica a ayudar a otras personas: “No me podía quedar de brazos cruzados con tanta gente pasándolo mal”. A pesar de estar concienciado de las necesidades que existe, “imaginarlo es muy diferente a sumergirte dentro”.

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Voluntarios como él hay muchos más, que forman parte del grupo que se da cita en Cáritas: “Esto no solo se queda en las personas que pasan necesidades, también en todas las que lo dan todo por los demás en estos momentos, que es mucha”, destaca. Esta experiencia la recomienda sin ninguna duda y más en estos momentos, en los que “hay sitio para más manos”. Su días en el comedor varían, porque Fernández se presta para lo que se precie: “Tenemos mucho trabajo y ayudo en lo que sea necesario”. Anima a todo el que quiera vivir por dentro el voluntariado en cualquier momento: “Cambia tu forma de ver el mundo y la sociedad e incluso que esas necesidades están en la puerta de al lado, en tu calle o en tu barrio”.

“Realmente non sei se sae gañando ela ou o fago eu"

Andrea Fernández, al conocer la existencia del plan Acompáñame de la Asociación de Viudas María Andrea, se unió sin dudarlo. “Unha amiga miña faloume del e, como teño, tempo dicidín colaborar”, cuenta. Así conoció a Lola quien  desde el primer día la acogió en su familia: “É un amor, en canto cheguei díxome que xa era coma unha neta para ela”, recuerda Fernández. Los ratos que comparte con Lola, una valenciana que por amor acabó en Ourense, son muy “gratificantes”. Esta voluntaria le ayuda en algunas tareas, ya que Lola tiene problemas auditivos y de visión, “aínda que ela non quere facerse dependente”. Ambas pasan mucho tiempo de charla entre amigas y especialmente, la apoya con las nuevas tecnologías. Con ellas, Lola gana independencia a través de una aplicación que le lee en voz alta las cosas que ella va viendo: “Nesto precisa axuda porque estábase formando a nivel multimedia coa Fundación ONCE, pero paralizouse”, comenta. La única hija de Lola reside en Madrid, por lo que este medio es indispensable. Esta historia se resume en pocas palabras: “Realmente non sei se sae gañando ela ou o fago eu”. 

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