Reportaje

La mudanza más solidaria

Un hombre descansa en uno de los bancos del recinto de la Casa de Ejercicios Espirituales del Obispado de Ourense. (Fotos: Óscar Pinal)
photo_camera Un hombre descansa en uno de los bancos del recinto de la Casa de Ejercicios Espirituales del Obispado de Ourense. (Fotos: Óscar Pinal)

La readaptación del hospital de Piñor ante el pico de la pandemia llevó el 2 de abril a parte de los pacientes del psiquiátrico a la Casa de Ejercicios, cedida por el Obispado.

El confinamiento forzoso comenzó, oficialmente, el pasado 15 de marzo. El paso de las semanas hace mella en parte de la población, pero lo cierto es que, en eso de no poder salir, hay quien lleva ventaja. Los pacientes del centro psiquiátrico de Piñor conocen a la perfección de qué va el confinamiento desde hace tiempo y, paradójicamente, son ellos los que estos días cuentan con mayor radio de acción que la mayoría de los ourensanos. Parte de los ingresados se trasladaron el 2 de abril a la Casa de Ejercicios Espirituales del Obispado, donde disfrutan del espacio.

"Tenemos un jardín gigante, podemos salir a pasear, a jugar al fútbol... ", apunta María Celeste, una de las residentes."Aquí estamos mejor que la gente que está recluida en pisos", añade Raúl, uno de sus compañeros.

La mudanza

El plan de contingencia del coronavirus elaborado por el área sanitaria ourensana provocó que parte de los ingresados –un total de 43 personas– se mudasen temporalmente a la Casa de Ejercicios Espirituales, cedida por el Obispado de Ourense, para dejar espacio a personas contagiadas. En el recinto de Piñor permanecen 21 pacientes, que presentan una situación más grave y, en otra zona, los enfermos de COVID -19 derivados.

Dejar Piñor no fue fácil, al menos en un principio. "Despois de dicirlles que nos tiñamos que mover polo tema do coronavirus, entregáronme unha carta firmada por todos dicindo que non querían marchar. Chegou a firmar xente que normalmente non queren firmar nada", explica María Jesús Gómez, Chus, una de las psiquiatras del centro. Tras conocer la opinión de los usuarios, los profesionales se reunieron con ellos.

"Dixémoslle que ben, que por primeira vez nos dicían que lles gustaba o espazo de Piñor, ao que chegamos en 2012, pero tamén lles explicamos a situación, e o importante que era deixar espazo aos contaxiados", apunta. El grupo comprendió la importancia de su colaboración en la lucha contra la pandemia, y la mudanza dejó de ser algo negativo. "Nos encantó este sitio desde que llegamos, estamos muy unidos", asegura Celeste.

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Los pacientes aterrizaron en la Casa de Ejercicios Espirituales el 2 de abril, y se encontraron con un lugar, no solo similar al que tenían –con un amplio jardín para pasear, espacios comunes luminosos–, sino incluso mejor, ya que la mayoría dispone de habitaciones individuales. "Yo soy el único que comparto cuarto, pero la verdad me llevo bien con el chico y casi prefiero estar acompañado que solo, cuando te aburres... pues miras para él", bromea Raúl.

Las vistas desde las nuevas habitaciones tampoco están nada mal: "Yo veo el Puente Novísimo y el del Milenio desde la ventana, y me gusta mucho ver pasar a los coches por la carretera, porque claro, estos días que no se ve mucho movimiento por las calles. Es muy agradable". Aún así, reconoce que arriba tampoco hay queja: "Desde Piñor tenemos una vista completa de toda la ciudad".

En la mudanza, el grupo sí perdió, de forma temporal, a los dos perros que los acompañan habitualmente, Alma y Curro, que permanecen en Piñor por falta de un espacio adecuado. "Se tuvieron que quedar arriba porque aquí no hay una zona para tenerlos cerrados", apunta Raúl, que solía cuidar de ellos.

La rutina de los pacientes

El coronavirus no ha interrumpido el día a día de los pacientes, que continúan con su horario habitual, aunque sí ha eliminado las salidas que realizaban con cierta frecuencia –a la ciudad, a ver una película al cine, a la piscina...–. La epidemia se deja ver en el uso obligatorio de mascarillas del personal –tanto residentes como trabajadores–, y en las medidas de higiene. "Nos lavamos mucho las manos y llevamos mascarilla todo el día", señala Raúl. "Guardamos las distancias más que nunca, seguimos las medidas de precaución, nos toman la temperatura para ver que todos estamos bien", añade Celeste.

El ritmo diario les permite estar ocupados desde primera hora en diferentes actividades. "Yo me levanto pronto, pero ya desde las seis o siete hay compañeros que están despiertos y hay movimiento", cuenta Celeste. Después de desayunar, el grupo se dispersa y cada uno se dirige a su taller. "Hacemos cortometrajes, manualidades, informática... A mí me gusta mucho tejer, y ya he hecho una colección de bufandas, ahora me tienen que reponer la lana porque ya se me ha agotado", comparte. En Piñor solía estar al frente de la biblioteca del centro, pero estos días ha dejado su puesto, debido al traslado. "Aquí no tenemos biblioteca, claro", apunta.

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Raúl, por su parte, no está participando en talleres, pero no se aburre. "Aquí no tenemos conexión a internet, entonces no me animo tanto a participar en el taller de informática porque cosas como el Word ya me lo explicaron arriba, y en muchos de los otros ya he participado", apunta. En su caso, prefiere jugar a videojuegos: "Ahora mismo estoy esperando a que me envíen uno nuevo, tengo la Switch y juego mucho con ella, me divierto un montón".

Sobre las once de la mañana, preparan el café, una cita que sirve no solo para hacer una pequeña parada en la mañana, sino también para charlar un rato –"A veces hablas más y otras menos, depende de quien te toque al lado, claro", bromea Raúl–. Cada día, se encargan cuatro personas distintas de preparar el comedor. "Uno prepara el café, otro la leche y los otros dos preparan las mesas. Hacemos dos turnos, así que tenemos dos jarras de café y una de leche. A partir de las once la gente empieza a entrar, y le servimos la bebida, el azúcar...", comenta.

Después de comer, cuentan con más tiempo libre para ocuparlo en lo que prefieran. El edificio, al igual que Piñor, ofrece varios espacios comunes con televisores y sofás, donde pueden descansar. Pero el jardín es uno de los lugares favoritos de muchos: "Como no estamos encerrados, podemos salir a dar paseos al aire libre, salir a lavar la ropa, tenderla, sentarnos en los bancos a hablar, rodeados de árboles... La verdad es que es un sitio precioso". Pero además de salir, también organizan partidas de juegos de mesa en las zonas comunes, a las que se suman muchos de los pacientes: "Intentamos aprovechar el tiempo, jugamos al Trivial, al Monopoly... Nos divertimos mucho".

La clave, el optimismo

Pese a la situación de emergencia sanitaria, el ambiente del centro es, en su gran mayoría, optimista. El cambio de edificio ayudó a unir al grupo, después de la carta conjunta, y los pacientes se mantienen con optimismo, a la espera de que la situación mejore y puedan regresar a Piñor –"Algúns aínda preferirían quedar abaixo porque lles gusta máis o edificio, penso eu", comenta Chus Gómez–.

Durante el día pueden ver las noticias en la televisión, así como leer periódicos. Pero, según recomienda Raúl, es mejor "no enterararse demasiado" de cómo avanza la epidemia en el mundo. "En la tele es un continuo bombardeo de malas noticias, y al final uno quiere estar tranquilo y claro, no es fácil. Entre todos hay buen ambiente, no es cuestión de tirarnos los trastos a la cabeza en momentos como este y pensar que nos vamos a contagiar todos. Yo, la verdad, me mantengo positivo e intento no darle demasiadas vueltas.

El tiempo pasa rápido, incluso más rápido con toda esta situación", explica. Celeste reconoce que ella está tranquila porque ninguno de sus compañeros está contagiado, y ser creyente también le ayuda a tranquilizarse. "Yo mantengo mis pensamientos positivos, mientras hay vida se mantiene la esperanza, y la salud es lo más importante en todo momento", asegura.

La oportunidad de salir al exterior ayuda mucho a los pacientes, que reconocen sentirse un poco "privilegiados" frente al resto de la población que no cuenta con un espacio tan amplio alrededor. "Yo estoy tranquilo, llevo la mascarilla y me lavo mucho las manos, tanto que luego se me ponen un poco secas y tengo que echarles crema también", comenta Raúl, sonriendo.

En la puerta del nuevo edificio, el equipo de profesionales colocó un cuaderno de bitácora, en el que los residentes pueden escribir y dejar constancia de cómo se sienten. Raúl, aficionado a elaborar horóscopos, ya dejó su previsión de primavera para todos los signos. "Hice la primera parte hace dos semanas, y ahora ya me han dicho que haga la segunda, para que todos la puedan leer, aunque a veces no se entiende muy bien mi letra", explica.

Unidad de Agudos

Los profesionales de la Unidad de Agudos del CHUO atiende estos días a una veintena de pacientes, que aunque ven su rutina alterada –no reciben visitas desde el inicio de la crisis sanitaria y ciertas actividades se han tenido que suspender para mantener la distancia de seguridad–, muestra un comportamiento "ejemplar", según asegura el equipo sanitario.

"La verdad es que tienen una conducta intachable, y de hecho se lo decimos a menudo para que lo sepan y se valoren", explica la enfermera del servicio de Psiquiatría María González. "Incluso le hemos entregado un Óscar hecho por el equipo a uno de los usuarios, en reconocimiento de lo bien que lo está haciendo" 

Los profesionales trabajan mucho el campo de las emociones, que estos días se podrían ver alteradas por la situación. "Nos ocupamos más que nunca de cuidar la parte humana. No es fácil, están sin teléfono móvil, solo hay televisión en los espacios compartidos... Pero hacemos manualidades, hicimos una coreografía por el pasillo uno de los días, salimos a aplaudir varias tardes... Intentamos hacer que todo sea lo más distendido posible", relata González. El equipo es más flexible con las llamadas de teléfono de los pacientes, y se ocupan de mantener más informada que nunca a la familia.

Aunque durante las primeras semanas la unidad apreció una disminución de los ingresos, desde hace días volvió a subir. "Puede ser que los primeros días la atención se focalizase en el coronavirus, pero ahora está habiendo más demanda. En el futuro habrá más descompensaciones, pero en general, tema de estrés, ansiedad... La enfermedad mental son muchas cosas, y nadie estamos a salvo, y no pasa nada. Es igual que cuando tienes alta la tensión y tienes que tomar medicamentos ", asegura la enfermera.

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