Ourense: una ciudad a pleno sol, sin refugios climáticos

Una mujer se dispone a subir por la rúa da Concordia, a pleno sol, ayer por la tarde.
photo_camera Una mujer se dispone a subir por la rúa da Concordia, a pleno sol, ayer por la tarde.
Un urbanismo agresivo e improvisado y falta de sensibilidad ecológica hacen de Ourense un lugar castigado en las olas de calor, sin lugares de tránsito arbolados ni zonas verdes en los barrios

Cuando el calor aprieta, las calles de la ciudad se vacían. Quien puede, se queda en casa, y quien tiene que salir, evita caminar bajo el sol. Pero cada vez en Ourense hay menos sombra y más asfalto. “Aquí imos totalmente no sentido contrario ao que deberiamos”, resume Xosé Santos, de la asociación Amigas das Árbores. 

Expertos en urbanismo, salud y ecología coinciden en la necesidad de cambiar el modelo de ciudad para adaptarla a las altas temperaturas. La transformación pasa por ampliar las zonas verdes (sobre todo en el centro de la urbe), plantar más árboles y reducir el hormigón en los pavimentos. “En definitiva, renaturalizar los espacios urbanos para refrescar la ciudad y mejorar la calidad de vida de los vecinos”, explica el arquitecto Alberto de Paula. José Ramón Martínez, vicepresidente de la Sociedade Galega de Xeriatría e Xerontoloxía (SGXX), coincide: “Es necesario que las urbes tengan espacios donde se puedan soportar las altas temperaturas”.

Las previsiones meteorólogas auguran un incremento de los episodios de calor extremo en los próximos años, por lo que cambiar el modelo de ciudad es, cada vez, más urgente. 

Los árboles

Amigas das Árbores estima en medio millar el número de árboles talados en el último año en la ciudad. La peatonalización, las obras de los futuros ascensores y las sendas de acceso a la urbe se han cobrado numerosos ejemplares en el centro, A Milagrosa, A Saínza, O Couto o San Francisco, entre otros barrios. “Pero as árbores son os únicos elementos que amortecen as temperaturas”, recuerda Santos. De hecho, la diferencia de temperatura entre una zona arbolada y un espacio sin vegetación puede alcanzar los ocho grados

El alcalde, Gonzalo Pérez Jácome, prometió en julio de 2022 la plantación de 10.000 ejemplares en el perímetro urbano para combatir el calor. Más de un año después, el anuncio no solo se ha quedado en agua de borrajas, sino que la ciudad no deja de perder verde. Santos y De Paula, además, recalcan que la solución no es solo colocar muchos ejemplares, sino planificar cuáles y cuidar los ya existentes. “Es necesario plantar árboles de cierto porte que generen sombras adecuadas, no árboles pequeños”, detalla el arquitecto. 

En ciertas zonas de la urbe, como en el centro, los antiguos ejemplares fueron sustituidos por maceteros. “As xardiñeiras con flores non cumplen ningunha función máis alá da estética. Non refrescan o ambiente, non arroxan sombra”, critica Santos. 

Menos asfalto

Aunque la ciudad cuenta con varios corredores alrededor del Miño, del Loña y del Barbaña, los expertos señalan la falta de aprovechamiento de esos espacios. “Ourense ten unhas capacidades para facer fronte a situacións de emerxencia climática moi boas, pero é preciso rediseñar esas zonas, gañar verde e consolidar estos ecosistemas acuáticos”, apunta Santos. Una zona verde de calidad debe constar de vegetación, césped, fuentes y árboles. 

De Paula, por su parte, comenta que la ciudad está inundada de asfalto, que devuelve el calor: “Hay que empezar a sacarse de la cabeza esa idea de que las plazas y parques tengan esos acabados de pavimentos de tanta piedra, tanto hormigón, y empezar a utilizar materiales mucho más permeables al agua”. 

 El urbanista pone el ejemplo de la recuperación de la Plaza de Armas en Ferrol: “Se renaturalizó el espacio. Se pusieron árboles y tierra, que no absorbe calor como el asfalto, sino que es permeable al agua y mantiene el suelo a unas temperaturas más bajas. Exige un mantenimiento más elevado, pero da mayor calidad de vida”. En Ourense, las últimas obras (como la remodelación del entorno del Pabellón de Os Remedios o del parque de San Lázaro) han ido en la dirección contraria: se han convertido en explanadas de hormigón sin apenas sombra.

La calidad de vida

Ganar más espacios verdes no solo redunda en una reducción de las temperaturas extremas, sino también en la posibilidad de que los vecinos salgan a la calle. En una ciudad como la ourensana, cuya población envejecida no deja de aumentar, la cuestión no es baladí. “El calor tiene un gran impacto en las personas más vulnerables, como son los mayores. El entorno es clave”, detalla el geriatra José Ramón Martínez. 

 Si la ciudad carece de espacios en los que evitar en calor, las personas de más edad tienden a quedarse en casa, lo que aumenta la soledad y el aislamiento social. “Quedarse solos les puede afectar a nivel cognitivo, dejan de conversar, de pasear…”, apunta. Martínez destaca la importancia de las zonas verdes “con sombra y donde corre el aire”, lo que les permite salir de casa sin correr el riesgo de que su salud se vea afectada. “Es necesario pensar en ellos al planificar una ciudad. Las urbes están cada vez más llenas de personas mayores y por eso tienen que estar adaptadas no solo a las personas más saludables, sino a todas, a las que tienen enfermedades y problemas para desplazarse”, reivindica.  

El experto habla de las consecuencias de peatonalizar calles sin una correcta planificación: “A lo mejor la persona mayor que antes podía desplazarse gracias a alguien que la llevaba en coche ya no puede moverse porque el coche no puede llegar a ciertas zonas”. Xosé Santos, en esa línea, recalca la necesidad de crear un consejo de medio ambiente en el que estén involucrados urbanistas, sanitarios, ambientalistas, vecinos y políticos: “Iso permite poñer en conxunto as ideas e planificar a cidade pensando en todos os que forman parte dela”.

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