Prohibido beber cola en la cárcel de Ourense

Los funcionarios realizan registros aleatorios en las celdas para evitar el trapicheo.
photo_camera Los funcionarios realizan registros aleatorios en las celdas para evitar el trapicheo.
El espectacular repunte en la venta de los refrescos de cola en el economato de los módulos de la cárcel de Ourense llamó la atención a los funcionarios. Descubrieron que los internos los mezclaban con medicamentos con la intención de potenciar sus efectos

En el centro penitenciario de Pereiro de Aguiar, en Ourense, hace un año que no se beben refrescos de cola. Su venta quedó tajantemente prohibida. Los responsables detectaron un uso deturpado de una bebida, a priori, inofensiva. Los internos la utilizaban para mezclarla con pastillas de todo tipo. Pero, sobre todo, con medicamentos psiquiátricos: benzodiazepinas (ansióliticos como el Trankimazin), neurolépticos (antipsicóticos) y anfetaminas .

El hallazgo no fue casual. En el economato de la prisión, una pequeña tienda instalada en cada uno de los módulos para que los reclusos pueden adquirir determinados productos básicos, las ventas del conocido refresco de color caramelo se empezaron a disparar. Ganaba por goleada al Kas Limón o el Aquarius. Llegó un momento en que era la única bebida que tenía clientela diaria y que descontaba euros en la tarjeta de peculio, una especie de libreta de ahorro donde reciben el dinero que ingresan sus familiares.

La demanda, según confirmaron fuentes penitenciarias, no pasó desapercibida y se inició una investigación interna para saber el porqué el refresco de origen estadounidense era tan popular dentro de la prisión ourensana. De esta forma,  los funcionarios descubrieron que había  reclusos que mezclaban pastillas y la bebida de cola ante la falsa creencia de que servía para “colocarse”. Es decir, para potenciar los efectos de los fármacos.

El centro tomó la decisión drástica de no dispensar la bebida, al menos durante un tiempo. Según médicos consultados por este diario, la mezcla de un refresco con cafeína con los tranquilizantes “no provoca nada especial, en todo caso enmascara el sabor de las pastillas”. No hay toxicidad posible. Los efectos se contrarrestan. Ahora bien, el cóctel de cafeína y anfetaminas (estimulantes) “es ya más dañino porque hay un mayor riesgo cardiaco”, explica un forense del Imelga. 

 “Una cosa es que las bebidas de cola interactúen con ciertas clases de medicamentos al contener cafeína en cuanto a la absorción, el metabolismo o la excreción renal, pero otra bien distinta es que sirvan para drogarse”, asegura otro facultativo.

Por su parte, una de las compañías que comercializa el refresco en su página web precisa: “Nuestras bebidas no contienen ninguna sustancia que al mezclarse o combinarse con algún otro producto o ingrediente pueda ocasionar daño a la salud”.

Las drogas en prisión

En la prisión ourensana, como en otras muchas, los internos, pese a los controles, trafican con pastillas y otras sustanccias estupefacientes, principalmente cannabis y, en menor medida, heroína y cocaína.  “En las cárceles se puede conseguir droga decir lo contrario sería negar la realidad, porque hay droga en calle, y, aunque este sea un medio cerrado, hay permisos penitenciarios y comunicaciones íntimas -vis á vis- de familiares que se utilizan para meter ciertas sustancias para traficar con ellas”, aseguran fuentes penitenciarias. Todo aquel entra y sale es registrado, pero se oculta a través del interior cuerpo  y hay que tener indicios sólidos para que la juez de vigilancia penitenciaria permita una exploración radiológica (rayos X) del recluso porque se hace valen su derecho a la integridad física.

A todos los reclusos con problemas de adicción se les ofertan internos programas de deshabituación. Hay un módulo de comunidad terapéutica en colaboración con Proyecto Hombre.

Las drogas son la primera causa de muerte no natural en las cárceles españolas por sobredosis. Aunque, según el Consejo de Europa, España se encuentra entre los países con tasas más bajas de mortalidad. En Ourense, la última fue en junio de 2019.

En el caso de Pereiro, se procura tener los ojos y, sobre todo los oídos, bien abiertos y se recurre de vez en cuando a los perros del servicio cinológico de la Guardia Civil especializados en detectar sustancias a través de su entrenado olfato. Nunca fallan pero no pueden estar mucho tiempo operativos porque perderían efectividad. También se recurre a registros aleatorios en las celdas, pero suelen tener poco éxito.

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