La reina Sofía, en solitario, asistió a actos en Celanova, Oseira y la ciudad

La reina doña Sofía viajó a Ourense en tres ocasiones más, además de las dos en las que lo hizo acompañando a su marido. La primera de estas visitas en solitario tuvo como objetivo la entrega del premio Europa Nostra, que había sido concedido en 1984 al monasterio de San Salvador, en Celanova, por la restauración llevada a cabo en sus instalaciones, bajo un proyecto del arquitecto Emilio Fonseca Moretón.

El trabajo sirvió de base a las obras de adaptación de una parte del edificio como centro de bachillerato y formación profesional. Estas obras, en las que se invirtieron 250 millones de pesetas de la época, fueron ejecutadas bajo la dirección técnica del Ministerio de Educación. Concebido como "un análisis riguroso del edificio y su entorno", el proyecto premiado por Europa Nostra recoge las "sugerencias" que su autor creyó ver en el propio edificio, un magnífico conjunto barroco, cuya fachada principal se extiende a lo largo de la plaza mayor de Celanova, cerrada por dos líneas de casas con galerías de singular belleza.

La restauración se centró en la planta baja del claustro conocido como do poleiro (del balcón), así como en el cuerpo central que comparte con el claustro barroco, que venían utilizándose como centros de enseñanza, en condiciones muy precarias. Los pisos y la techumbre de madera estaban podridos en parte, y la cubierta amenazaba con derrumbarse por las constantes filtraciones de agua debidas a su pésimo estado.

OSEIRA

El segundo viaje efectuado por su majestad la reina a Ourense tuvo lugar en el año 1990. También con motivo de la entrega del premio Europa Nostra al monasterio de Oseira. Era el reconocimiento a una impresionante labor de restauración llevada a cabo por los religiosos cistercienses desde la década de los años treinta del siglo pasado.

A la llegada al lugar, luego de los saludos, la reina se encaminó al templo. En el atrio la esperaba la comunidad y aunque no estaba en el protocolo se acercó a ella y fue dando la mano amablemente a cada uno de los monjes. Penetró en el templo acompañada de las autoridades, visitó la sala capitular y subió al refectorio del siglo XVI, iniciándose el acto que duró alrededor de veinte minutos, en el que hubo algunos discursos, exponiéndose los motivos por que se concedía el premio, consistente en una placa y una medalla. Seguidamente salió con el abad y algunas autoridades hacia la biblioteca. Allí tuvo la gentileza de firmar en el libro de honor. Pidió las dos guías del Monasterio que estaban sobre la mesa, para leerlas en el avión de regreso a Madrid.

De allí partió hacia un balcón del patio de los medallones para escuchar la actuación de la banda de gaiteros de Cea, que le rindieron un homenaje. Como vio algunas pinturas del hermano Luis, se interesó en ver su estudio. La llevó a él y como detalle, le hizo entrega de un icono con la curiosidad de que la Virgen representaba la cara de la propia reina, y el Niño que le sonreía, la del príncipe Felipe el día de su primera comunión. Lo agradeció mucho. Al salir, de nuevo saludó a los monjes y a la puerta besó a algunas abuelillas que permitieron acercarse. La visita duró como hora y media. "Dejo tras de sí una estela de simpatía, pareciéndonos a todos una persona muy amable", según recoge la crónica que los propios frailes dejaron para la posteridad.

La tercera y última visita que efectuó doña Sofía a Ourense, se produjo en la ciudad, en 1998. Llegó en helicóptero hasta el edificio de la Comisaría y de allí se trasladaría en coche hasta el hospital Santa María Nai, donde iba a inaugurar un equipo de diálisis financiado por la fundación renal Iñigo Álvarez de Toledo, en el que doña Sofía ostentaba la presidencia de honor. Fue un acto protocolario y rápido, celebrado en un improvisado salón de actos, pero de gran solemnidad y con fuertes medidas de seguridad.

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