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Reportaje
Jorge Gómez Gónzález, de 40 años, cambió el cajero en el que dormía durante el confinamiento–"me echaban hasta cubos de agua"–por el parque de A Ponte, donde la única compañía es la radio y los chavales del instituto a la hora del recreo. Le asusta más el frío que el toque de queda del segundo estado de alarma. "Yo a las once estoy aquí durmiendo. ¿Qué toque de queda? ¿Quién va a venir por aquí? No tengo donde meterme".
Colectivos sociales y sanitarios han puesto ya la voz de alarma por la situación de las personas sin hogar en la ciudad en este segundo estado de alarma, otra vez visibilizadas ante una situación excepcional. Exigen espacios habilitados como en la primera ola del virus, cuando se flexibilizaron las condiciones del Fogar do Transeúnte–tiene 20 plazas y solo puede utilizarse durante tres días como máximo–y se acondicionaron hasta dos espacios más para dar cobertura a los "sin techo". La de Jorge Gómez es una desgraciada historia más de todas las que duermen a la intemperie en la ciudad.
"En el primer confinamiento la policía me metió unas cuantas multas por dormir en el cajero", cuenta. Lleva instalado en el parque de A Ponte desde verano, donde cada noche se suma alguna persona más al recinto, una pequeña cubierta de madera que, con todo, deja paso a la lluvia y deshace los cartones sobre los que duerme. "Aquí nunca vino nadie a verme. Dirán: 'Uf, ahí está el anarquista del Jorge y no quiere nada de nadie". Lo cierto es que no se deja ayudar. "No les voy al comedor social ni nada. El Fogar do Transeúnte no me gusta, fui a comer y a dormir alguna vez y me trataron como una mierda. Yo siempre lo intento, pero...".
Dice que lleva media vida en la calle. Literal. "Tengo 40 años y me fui a los 20 de casa. Trabajé, soy electrónico. Pero llevo mucho tiempo en la calle. Soy un ourensano más, nací a cuatro calles de aquí. Me merezco una oportunidad. No soy ningún zopenco, claro que quiero trabajar".
"Ni tengo comida, ni dinero, ni nada. Una radio y periódicos, que me gusta estar informado por las noches". Jorge dice que los críos del instituto son los únicos que van a verlo cada mañana y se sorprende de las quejas de los vecinos, que piden al Concello de Ourense que busque una solución a las personas sin hogar que pernoctan cada noche en el parque de A Ponte.
"Los críos son los únicos que vienen y me hacen compañía y no se meten conmigo. Yo no soy el que tiene todo esto lleno de mierda. Duermen tipos que no conozco de nada. Me roban. Se pasan la vida robándome". Dice que el personal de limpieza "no me echa de aquí porque les tengo siempre todo limpio. Yo solo tengo este cuadrado pequeño", señala la manta sobre unos cartones, periódicos, revistas, la radio y escasas pertenencias más. "Prefiero la radio que la compañía de cualquier asqueroso, es lo único que me da la vida".
"No tengo nada que perder. Me cansé de luchar", dice sobre las oportunidades que entidades sociales pueden ofrecerle y que hacen una labor encomiable en la ciudad, como Cruz Roja y Cáritas. "Tengo que moverme de aquí, ya lo sé. Tengo la cabeza como un bombo. Si viene la policía y me tira todo, que lo tire. Yo solo tengo una mochila. Ellos sabrán".
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