Vecinos de Casaldoira, Allariz: “Somos catro ou cinco, vivimos como en familia”

Pepe, Concepción y Pura son tres de los habitantes de Casaldoira (Allariz), aunque el INE solo cuenta a uno. La ruta por las aldeas que se vacían también deja historias de resistencia como esta.

Hace tiempo que en la pequeña aldea de Casaldoira (Allariz) son solo cinco. Aunque el INE se equivoca: dice que hay un vecino por primera vez en un lustro. Nada que ver. El primero que sale al encuentro es Rai, que hace el conveniente reconocimiento olfativo al personal. Le sigue Pura, la mujer a la que custodia. La primera mirada siempre es desconfiada, desde la puerta del hogar. Pero pronto se animan el resto: el privilegio de vivir tan pocos es que cualquier ruido sobresalta a los habitantes de Casaldoira. Incluso cuando la conversación es animada, el agua que brota de la fuente sigue sonando casi en primer plano. Hace frío, pero Pepe y Concepción aceptan sentarse en el banco del pueblo con Pura. 

Las cuentas son, siempre, aproximadas: “Seremos catro ou cinco. Pero algúns marcharon en Nadal, outros veñen en primavera. Hai moita xente fóra”. El vecino que falta pasa con una carretilla y se va. Los tres que quedan coinciden en lo bien que se vive en una aldea con tan pocos habitantes. “Que como se vive? Pois moi ben. Como en familia. Pero a xente nunca sobra”, reflexiona sobre la despoblación Pepe. “Estamos na aira, facemos comidas no forno… Pero cando hai viruxe coma hoxe, pois non. Esta é a rúa da pulmonía!”, añade el más charlatán. 

El hombre es el que más viaja. Si quiere tomar café, son cuatro kilómetros en coche hasta Allariz. “Eu son amigo de ir aos bares. O coche xa sabe o camiño”, bromea Pepe. 

Recuerdan otros tiempos, cuando fueron más. “Xa me dicía meu pai cantísima xente e familias había antes”, recuerda Concepción. “Uns quedaron noutros pobos porque casaron ou traballan. Algúns van vaciándose”.

Al preguntarles por la media de edad del lugar, tiran de retranca. “De idade non sei, pero somos os máis vellos. De estatura éche a miña muller a máis alta”, bromea Pepe.

El panorama es aún más alentador en la aldea próxima, Magarelos. “Somos más de 10, seguro”, confirma el vecino que sale al paso. La cosa cambia en la aldea de O Calvario. Haciendo honor a su nombre, el GPS nos aparca en un pequeño camposanto. Al lado, una flecha avisa al conductor: “En caso de enterro, xire a esquerda”. La despoblación también amenaza en forma de señal de tráfico.

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