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REFLEXIÓN
El papa Francisco reflexionó este domingo sobre “el descanso y la oración” en la habitual oración dominical del Ángelus y denunció la injusticia social de la “dictadura del hacer” que obliga a los padres a sacrificar el compartir familiar para buscar el alimento diario.
“El entusiasmo en el llevar adelante la misión, o el trabajo, así como el papel y las tareas que nos son confiadas nos hacen víctimas del activismo, tan preocupados por las cosas que hacer y por los resultados. Y entonces ocurre que nos agitamos y perdemos de vista lo esencial, arriesgando acabar con nuestras energías y caer en el cansancio del cuerpo y del espíritu”, indicó el pontífice.
Tras destacar que Jesús mostró su preocupación por el cansancio de sus discípulos, “quizás está intuyendo un peligro que puede incumbir también en nuestra vida y nuestro apostolado”, el papa advirtió que ante una “sociedad a menudo prisionera de la prisa, pero también para la Iglesia y para el servicio pastoral”: “Estemos atentos a la dictadura del hacer”.
“Y esto puede ocurrir por necesidad, incluso en las familias, cuando, por ejemplo, el padre, para ganarse el pan, se ve obligado a ausentarse para trabajar, teniendo así que sacrificar tiempo para la familia. A menudo se van temprano por la mañana, cuando los niños aún duermen, y vuelven tarde por la noche, cuando ya están en la cama. Y esto es una injusticia social. En las familias, padre y madre deberían tener tiempo para compartir con sus hijos, para hacer crecer ese amor familiar y no caer en la dictadura del hacer. Pensemos qué podemos hacer para ayudar a las personas que se ven obligadas a vivir así”, expresó el papa Francisco.
Sin embargo, destacó que “el descanso propuesto por Jesús no es una fuga del mundo, un retirarse en el bienestar personal; por el contrario, frente a la gente confundida él siente compasión”.
De esta forma el pontífice sugirió el silencio de la oración para no consumar el corazón: “Es posible tener una mirada de compasión, que sabe reconocer las necesidades del prójimo, solamente si nuestro corazón no está consumado por el ansia del hacer, si sabemos detenernos y, en el silencio de la adoración, recibir la Gracia de Dios”.
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