Papeles del rock

Power Trip: ¿concierto de heavy metal o fiesta para millonarios?

photo_camera Slash, de Guns N’Roses; Steve Harris, de Iron Maiden; Angus Young, de AC/DC; Ozzy Osbourne; James Hetfield, de Metallica, y Maynard James Keenan, de Tool.

Prepárense, si pueden costearse un vuelo a Estados Unidos en temporada alta con los niveles de inflación que padecemos y el precio de las entradas, para hacer headbanging sin parar durante tres días como en los mejores tiempos de los festivales de Donington de los 80 o los Wacken Open Air de los 2000. El Power Trip Festival se llevará a cabo del 6 al 8 de octubre en el Empire Polo Club en Indio, sede del Festival de Música y Artes de Coachella Valley y reúne un cartel nunca antes logrado y probablemente imposible de volver a reunir en el futuro.

El cartel confirmado es desde luego un sueño hecho realidad para los amantes del hard rock clásico y del heavy metal. El viernes 6 de octubre los protagonistas serán Guns N’Roses e Iron Maiden, el sábado 7 los cabezas de cartel serán AC/DC y Ozzy Osbourne y quienes cerrarán el macrofestival el domingo 8 de octubre, Metallica y Tool. El anuncio oficial del festival se produjo después de que apareciera un video teaser en las principales redes sociales que daba pistas acerca de un gran festival de heavy metal en el desierto, con cactus rockeros incluidos.

No quedó claro de inmediato si las bandas anunciadas constituyen el cartel completo o si aún quedaban por anunciar otras incorporaciones, que sería lo lógico para darle todavía más entidad a este acontecimiento. Sin embargo, un cartel compuesto por dos bandas cada noche sería muy similar al del Desert Trip de Coachella, el festival de rock clásico de 2016 celebrado la misma ubicación confirmada para el Power Trip, el recinto del Empire Polo Club. La estrecha relación entre ambos festival resulta evidente a todas luces.

Baste tener en cuenta el siguiente dato: durante dos fines de semana de octubre de 2016 en el Empire Polo Club, el festival Desert Trip presentó un cartel único en la historia que reunió a Bob Dylan, The Rolling Stones, Paul McCartney, Neil Young, The Who y Roger Waters, leyendas absolutas de la historia del rock que nunca antes habían coincidido en un mismo festival.

Para cuando este elenco de leyendas del heavy metal lleguen al californiano valle de Coachella en ese fin de semana de octubre, Iron Maiden y Guns N’Roses ya habrán tocado en nuestro país durante este verano, en el caso de la doncella en Murcia, Barcelona y Bilbo, mientras que los Guns lo habrán hecho en Madrid y Vigo. Quizá el día que despierte más curiosidad -¿morbosa?- y a mí personalmente más dudas sea el segundo, en tanto que los dos protagonistas no han dejado de ser fuente rumores, especulaciones y noticias no siempre buenas desde hace ya muchos meses. 

Por un lado, que se confirme que AC/DC vuelven a un escenario es la noticia que todas y todos esperábamos desde que en 2020 regresaron con su magnífico álbum “Power Up”, su mejor disco a mi juicio desde hace muchísimos años, pero no es menos cierto que la incertidumbre, las entradas y salidas de sus músicos y las dudas sobre la formación del grupo a día de hoy no nos permitan asegurar cual será el line-up que saltará al escenario de Power Trip. Lo mismo sucede en el caso de Ozzy Osbourne: no hace ni tres meses que el ex cantante de Black Sabbath anunció entre lágrimas y dramáticas jaculatorias que materialmente no podía seguir haciendo giras debido a su estado de salud y que cancelaba todas sus conciertos definitivamente. ¿Ahora reaparece? ¿Estará en condiciones de hacer un concierto como se espera de él?

Sobre Metallica y Tool, en el caso de la banda liderada por Lars Ulrich y James Hetfield ya habrán editado su nuevo álbum de estudio, “72 Seasons”, con el que les podremos ver en directo en nuestro país en 2024. Tool es la única banda que se presentará sin nuevo material discográfico reciente.

Como cualquiera que haya estado en Coachella o Stagecoach seguramente debería esperar que asistir al festival no será ni mucho menos barato. De hecho, acceder al evento costará más que ir a Coachella, según los precios de las entradas publicados por la propia organización del festival.

Vayan tomando nota: tanto las entradas regulares como los packs VIP que incluyen alojamiento en hotel son las más caras nunca puestas a la venta en un festival de rock en la historia. La entrada de admisión general más barata, sin abono para medio de transporte al festival y a más de 500 metros del escenario cuesta 599 dólares más gastos de emisión, unos 650 euros, 750 euros si se opta por comprarla con ticket de desplazamiento incluido. 

Los asientos reservados en pista –otra cosa que me descoloca: ¿asientos” en un festival de heavy metal?- dependiendo de las zonas y según su mayor o menos proximidad al escenario, oscilan entre los 799 y los 1599 dólares y los asientos reservados en tribuna, 1399 dólares. Finalmente, los tickets que permiten estar en las primeras filas y la zona más cercana al escenario, tienen un precio de 1600 dólares.

En cuanto a los packs VIP, que incluyen tres noches de hotel y diversos artículos de merchandising de las bandas, los precios van desde los 2000 a los 3000 dólares. Para quienes quieran ir en autocaravana, el precio por parking y alquiler de plaza de acampada es de 1400 dólares. El parking para vehículos normales es de 240 dólares y la acampada, 250 dólares. Dejando al margen comida y bebida, disfrutar con los precios más económicos del festival no baja de los 1.100 dólares

Indudablemente, estamos hablando de la reunión de grandes nombres del heavy metal más espectacular que se haya celebrado nunca, con grupos cuya puesta en escena, caché, equipo y personal que trabaja con ellos, genera unos costes altos y ello motiva que las entradas no puedan ser accesibles a todos los bolsillos. Ahora bien, ¿es realmente necesario poner los precios a esas cantidades tan desproporcionadamente desorbitadas? ¿Es el rock ahora música para millonarios?

Es cierto que eran otros tiempos y por aquel entonces el rock’n’roll todavía no era una mercancía más en el contexto del sistema, pero la entrada a los tres días del festival más grande de la historia, el festival de Woodstock de 1969 costaba 18 dólares, lo que equivaldría en la actualidad a 148,52 dólares de 2023. Y esto está teniendo una peligrosa consecuencia. En todo el mundo estamos viendo como los precios de las entradas a los conciertos están convirtiéndose en un artículo de lujo, olvidando que son actividades culturales a cuyo acceso los más relevantes textos legales españoles y europeos establecen que debe garantizarse efectivamente. Por tanto, ¿no sería hora ya que desde los poderes públicos se ponga un tope a esta desmesurada carrera de precios que está convirtiendo la música, la música popular en un privilegio solo para quienes pueden pagarla?

Te puede interesar