Papeles del Rock

Rod Stewart nunca llora… Hércules, sí

A los 76 años, Rod Stewart publicó el pasado viernes su álbum de estudio número 31.
photo_camera A los 76 años, Rod Stewart publicó el pasado viernes su álbum de estudio número 31.
Rod Stewart es en 2021 lo que nunca ha dejado de ser: bribón y rapsoda, rockero y romántico, salvaje y tierno a un tiempo

No se cumple en todos los casos, es cierto, pero lo cierto es que esa generación que vino al mundo entre la II Guerra Mundial y la posguerra vivida en la Inglaterra de los 40 y 50, la generación que siendo unos adolescentes a comienzos de los 60 descubrieron el blues y el rock’n’roll, están hechos de otra pasta. Lo estamos viendo con los Rolling Stones en la gira que están haciendo por América, lo estamos viendo con Roger Daltrey y Pete Townshend de los Who, con Robert Plant, con Bob Dylan, con Jeff Beck, Roger Waters, Eric Clapton… y hoy, tras escuchar atentamente este nuevo disco de Rod Stewart, no cabe lugar a la menor duda: este juerguista inglés, mujeriego, bebedor, futbolero y en el fondo entrañable, a pesar de la fama de tacaño y de desagradable que tiene, es de esa raza de rockeros con los que uno no puede dejar de sentirse cómplice.

A los 76 años, Rod Stewart ha puesto en circulación este pasado viernes su álbum de estudio número 31, y el primer trabajo compuesto a base de nuevas composiciones en tres años. Se llama “The Tears Of Hercules” y aunque no puede decirse que esté entre lo mejor de su discografía, es a grandes rasgos lo que cabría esperar de Rod Stewart. Un álbum en el que hay numerosas concesiones al pop más comercial, más accesible, más cercano incluso a aquel material de mediados de los 80 fruto de la epidemia de complejo de Peter Pan que sufrieron en mayor o menor medida todos los grandes nombres del rock de los años 60 –recuerden, si vivieron aquellos años, aquel patético e infumable intento de hacer “tecno-disco” que se llamó “Kamouflage”- pero en el que también podemos disfrutar de su faceta baladística más inspirada y cómplice, del crooner, del rockero y del cantante de blues y folk.

Rod Stewart es en 2021 lo que nunca ha dejado de ser: bribón y rapsoda, rockero y romántico, salvaje y tierno a un tiempo. Y una de las voces más únicas y personales de la historia del rock.

Coproducido y en su mayoría coescrito con uno de los miembros más veteranos de su banda, Kevin Savigar, por todo lo antedicho, es a mi juicio un álbum esencialmente sincero, transparente, genuino. No todo en “The Tears Of Hercules” me gusta, he de manifestarlo claramente, como no me gusta tampoco todo lo que Rod Stewart ha hecho en el pasado, pero todo ello forma parte de su historia, de su bagaje y de su estilo. No hay nada forzado, ni impostado ni sobreactuado en este disco. Es un músico cantando con el corazón y desde el corazón, que obviamente a los 76 años ya no tiene nada que demostrar y que se muestra tal y como es.

Las primeras canciones del álbum son las que nos muestran al Rod Stewart si se quiere más pop, más frívolo, el que hace hit-singles como si todavía existiera el Top Of The Pops en la BBC o el que todavía pretendiera sonar en las discotecas londinenses de los 80 en competencia con Duran Duran o Bananarama. “One More Time”, “Gabriella” o “All My Days” –esta última no obstante con un toque latino-caribeño agradable incorporado por una sutil sección de vientos- y la excéntrica “Kookooaramabama”, una especie de versión descuidada de “I Want Your Sex” de George Michael que es tan alegremente bobalicona como sugiere su título.

Bien, hasta aquí lo superficial. Ahora empieza el, para mí, auténtico Rod Stewart. Y empieza con una potente y rockera versión de “Some Kind Of Wonderful” de Soul Brothers Six -¡como olvidar la versión de este mismo clásico de las leyendas del hard rock/heavy metal de los 70 americanos, Grand Funk Railroad!– que me recuerda mucho a aquel formidable “Dancin´ Alone” de su “Body Wishes” de 1983 y al que sigue un excelente, rockero y guitarrero “Born To Boogie (A Tribute to Marc Bolan)” en el que revisa los grandes éxitos de T. Rex antes de declarar que “cuando muera, estaré meciéndome en el cielo junto a él”. De hecho, cada vez que la escucho, me recuerda más a “Hot Legs”. All Right, Rod!

Hasta cierto punto, nuestro hombre reproduce el mismo esquema de varias de sus producciones de los 70, cuando aún se dividían los discos en cara A y cara B. Ahora, como si estuviéramos en la “cara B”, es el momento del Rod Stewart más romántico, más emotivo, aunque sea a ritmo de medio tiempo pop-rock dedicando una canción de amor a su mujer Penny, “I Can’t Imagine” y haciendo lo propio con su difunto padre en el “Touchline” de cierre del álbum. La canción que da título al álbum, de las mejores del disco, con un precioso piano, unos maravillosos coros y arreglos orquestales que evoluciona hacia una atmósfera folk muy evocadora, aunque escrita por Marc Jordan para su propia versión en 2004, es una suerte de eco con sabor celta de aquel intenso “Every Beat Of My Heart” de 1986 en el que vuelve a cantar sobre ese eterno conflicto entre la pasión por viajar y conocer mundo y la nostalgia del hogar.

Hasta hay lugar para la reflexión y la crítica política y social. La balada acústica “Hold On” envía un mensaje poético pero cargado de rebeldía a un mundo atribulado, lleno de pobreza y desigualdades y su coro acompañado de versos que denuncian el racismo y la intolerancia mientras piden paz y tolerancia -“Con ciudades divididas y los sin techo llorando / Ojalá logremos igualdad para todos algún día”- dice a modo de himno. Una inspirada versión de “These Are My People” de Johnny Cash y un “Precious Memories” que rompe la sobriedad y la solemnidad anterior con un alegre doo-wop que me recuerda sobremanera a su versión de “The Great Pretender”, en especial por el saxo que nos hace un cómplice guiño a “When A Men Loves A Woman”, completan este disco.

“The Tears of Hercules” ciertamente recuerda también a álbumes clásicos como “Every Picture Tells a Story” y “Never A Dull Moment”, sin intentar reemplazarlos o sin ofrecer necesariamente canciones que traten de causar en sus fans una suerte de efecto placebo. A sus 76 años, la voz reconocible al instante de Stewart es tan ronca y afilada como en sus días de gloria y todo me hace intuir que este disco no es sino una inmejorable tarjeta de presentación –caso de que hiciera falta- para volver a los escenarios a regalarnos rock gamberro con sabor a whisky escocés, baladas románticas con el punto irónico y canalla que es su seña de identidad y balones de fútbol chutados desde el escenario.

Soñar es soñar, y sin Ronnie Lane ya en este mundo, más todavía, pero… tal y como están de forma ¿se imaginan juntos a Rod Stewart y a Ronnie Wood resucitando a los Faces, aunque solo fuera para hacer un Hyde Park o cuatro o cinco festivales por Europa?

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