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Dos siglos de la muerte de Napoleón, el emperador que temía a los gatos

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photo_camera "Napoleón cruzando los Alpes", del pintor Jaques Louis-David (1801)
Hace doscientos años del fallecimiento de Napoleón Bonaparte, el emperador que asoló media Europa con sus guerras. Como toda figura histórica, está rodeado de un halo de leyenda

El 5 de mayo de 1821 fallecía en la isla atlántica de Santa Elena uno de los mayores estrategas militares de la historia, Napoleón Bonaparte. Tuvo bajo su control Francia y lidió con sus poderosos vecinos para dominar buena parte de Europa durante los primeros compases del siglo XIX. Su legado aún pervive a día de hoy. Y sus tácticas bélicas sentaron cátedra durante décadas. Pero el hombre de hierro que agarrotó con su mano grandes extensiones del viejo continente tenía, como todos, un lado personal. Aunque está bañado de un aura de leyenda y mito.

Napoleón inició campañas bélicas en numerosos puntos de Europa (incluida España). Pero si había algo que pusiese en cuestión su valentía y gallardía eran los mininos. Del general corso se dice que padecía de ailurofobia, esto es, miedo irracional e injustificado a los felinos. No soportaba los gatos.

Según parece, también dictó una ley que se metía de lleno en las cortes y cuadras de los ciudadanos franceses. Le desagradaba pensar en que los campesinos más díscolos pudiesen bautizar a sus cerdos con su nombre. Y la solución que adoptó fue bastante sencilla: simplemente prohibió llamar a ningún cerdo Napoleón.

El Pequeño Cabo tenía asimismo aficiones, por supuesto. Y una de las que más le atraía era el ajedrez. A pesar de que no desplegaba un gran juego ni demostraba un conocimiento profundo, lo cierto es que le encantaba. Tal fue así que llegó a disputar una partida con “El Turco” en 1809, un supuesto autómata ajedrecístico que se cree era un fraude.

Pero sin duda la curiosidad que más puede chocar del militar galo es la referente a su altura. En el imaginario colectivo se le caracteriza como un hombre bajito. Nada más lejos de la realidad; medía 1,68 metros, algo que para su época estaba incluso ligeramente superior a la media francesa.

La vida de Napoleón estuvo llena de luces y sombras. Su óptica moderadamente progresista que concibió el estado de derecho choca con los pasos atrás que dio, recuperando la esclavitud en el país galo o aplastando legalmente a la mujer. Y su afán autoritario y expansionista dejó tras de sí un reguero de sangre por toda Europa que acabó con millones de vidas. Pero fue un personaje que dejó huella en la historia y en nuestro presente.

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