Escola de Familias

¿Cómo funciona el cerebro infantil?

photo_camera La Doctora Olga Fernández nos habla en esta ocasión de como funciona el desarrollo del cerebro de los niños.

La primera infancia es la etapa de la vida desde los 0-6 años y es ahí donde se establecen los cimientos y se perfila la arquitectura del cerebro, sobre los cuales se va a construir su salud emocional, su comportamiento y la gestión de las emociones.  Es en los seis primeros años de vida, cuando el cerebro infantil tiene un potencial enorme y tanto la genética, como las experiencias con el entorno, van a influir en su futura personalidad.  En esta etapa el niño va a vivir esencialmente en lo emocional y no en lo racional.

¿Cómo se desarrolla el cerebro en cada etapa y qué relación tiene con las emociones?

El funcionamiento cerebral se entiende mediante la interacción de tres estructuras: el cerebro primitivo, el racional y el emocional. Vamos a centrarnos en explicar cómo funcionan estos “tres cerebros” en el caso de los niños y cuándo maduran, para poder entender muchos de sus comportamientos:

Cerebro primitivo: todos nacemos con un cerebro primitivo que ya está funcionando. Es el encargado de la actividad básica: Comer, dormir, regulación de la temperatura corporal, etc.

Cerebro racional: empieza a madurar alrededor de los cuatro años y se va formando durante el resto de la vida. Permite controlar la conducta y gestionar los impulsos.

Cerebro emocional: el cerebro emocional se encuentra en el sistema límbico.  Es la parte del cerebro responsable de las respuestas emocionales (Alegría, Tristeza, miedo, ira, sorpresa y disgusto)… Se forma alrededor de los 2 años. Es el cerebro automático, involuntario y reactivo, por eso no se puede evitar la emoción. Madura  hacia los 4-6 años. El cerebro del niño, hasta los 4 años, tiene una zona emocional, que tiene el control sobre la totalidad del cerebro y por tanto de la conducta (la capacidad de razonamiento y la reflexión que tiene un adulto, no la tiene un niño).

Cada vez que nosotros ponemos un límite a un niño, estamos regulando su conducta, pero al negarle un deseo  puede disparársele una fuerte emoción en el cerebro, pues no ha madurado todavía la capacidad de ‘racionalizar’ o ‘controlar’ dicha respuesta emocional, al no tener todavía capacidad de comprensión. Por eso solo vemos una respuesta puramente instintiva y visceral.

Tenemos que diferenciar:

La emoción: nace en el cerebro emocional, que es automático, involuntario e inconsciente.

La conducta: está en el cerebro racional y es: Voluntaria, consciente y perseverante.

Si hacemos un pequeño repaso en el proceso de maduración del cerebro durante la infancia, la neurociencia ha demostrado que la última región en madurar es  la corteza prefrontal.

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¿Cuál es la corteza prefrontal?

Está en la parte  superior de nuestro cerebro (cerebro ejecutivo) y es el encargado del autocontrol de los impulsos, atención y concentración. No se desarrolla completamente hasta la edad adulta. Cuando intentamos razonar con un niño, estamos recurriendo a una parte del cerebro que no funciona correctamente, porque su corteza prefrontal  no es lo suficientemente madura. Cuando se haya desarrollado, sabrá que ese berrinche no es lo adecuado y podrá inhibir dicha conducta.

Una comparación que nos hace entender muy bien qué le sucede al niño durante una crisis (llámale, rabieta, berrinche o estrés) es la de una olla a presión y con la corteza prefrontal actuando como tapadera. “En esos momentos las emociones llegan a ser más fuertes que la tapadera”.

¿Qué ocurre en el cerebro cuando hay una rabieta?

Una rabieta involucra dos partes del sistema límbico: las amígdalas cerebrales y el hipotálamo.

Las amígdalas cerebrales 

Son dos estructuras situadas en la parte interna del lóbulo temporal, que se reconoce fácilmente porque tiene forma de almendra.

¿Qué pasa con las amígdalas en una rabieta?

Cuando un niño siente miedo, rabia o tristeza, se activan las amígdalas cerebrales y liberan dos sustancias: adrenalina (invita a la acción) y cortisol (hormona del estrés), que le impide pensar y  razonar.

¿Qué significa el secuestro amigdalar?

El secuestro de la amígdala es una reacción emocional inmediata y desproporcionada, en relación al estímulo que la ha desencadena (ira, miedo), porque se percibe como una amenaza a la estabilidad emocional. 

¿Alguna vez te has sentido arrastrado irremediablemente por una emoción muy poderosa que te ha hecho perder el control y has sentido que esa emoción es la que dirigía tu cerebro?  Si es así, significa que has sido secuestrado en algún momento por tu amígdala. Es la causante de este tipo de reacciones emocionales, incontrolables. Durante el secuestro emocional el cerebro racional (parte lógica del cerebro), está inhibido.

Cuando la amígdala deja de enviar la señal de alarma al cerebro hace que se detenga la respuesta al estrés.

El hipotálamo

Controla funciones inconscientes como el ritmo cardiaco o la temperatura corporal, etc.  y  también secreta oxitocina (hormona de los abrazos, la empatía, la relajación y el amor)

Una buena estrategia para ayudar a los niños a regular sus emociones son las caricias y los abrazos, que  hacen que se libere Oxitocina y que el niño poco a poco comience a relajarse. Si estimulamos la oxitocina, disminuye el cortisol. Cuando hay equilibrio entre las dos,  se alcanza el equilibrio emocional del niño.

 La amígdala actúa como la alarma de incendios del cerebro y el hipotálamo es quien decide si debe de echarle agua al fuego.

¿Os resulta familiar si en plena rabieta el niño no es capaz de razonar, escuchar, atender o dominar su emoción? Durante el berrinche lloran desconsoladamente, y las lágrimas que se generan por cuestiones emocionales contienen cortisol, la denominada hormona del estrés.

 Llorar ayuda a los niños a liberar tensión y ansiedad, les relaja y contribuye a su bienestar emocional, por eso después de una pataleta el humor de los niños mejora notablemente. 

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