Magistratura y monarquía en crisis

Publicado: 03 jun 2014 - 15:34 Actualizado: 03 jun 2014 - 19:30

Esta primera semana de junio, de primavera más apacible, se nos ha presentado movidita de interesantes noticias. Para animar el cotarro, la cosa ya empezó a prometer el pasado domingo, cuando medio dormitaba en mi doméstico sofá y los de la tele me largaban que el juez del TC, Enrique López había sido pillado de madrugada conduciendo una moto, ebrio (o sea, borracho), sin casco y tras saltarse un semáforo en el madrileño Paseo de la Castellana. La información precisaba que el magistrado en cuestión, que ha presentado su dimisión, llevaba una trompa de campeonato, ya que cuadriplicaba la tasa de alcoholemia. Todo un negativo ejemplo de quien debiera tener, precisamente, un comportamiento ejemplar.

Pero esta no sería la única noticia en la que se ponía en entredicho a la magistratura. En el programa de Jordi Évole, una abogada de oficio soltaba, así, a botepronto, que "hay jueces que cobran de los abogados de los grandes despachos". Y, para acabarlo de adobar, leía en la prensa esta otra perla: "Se habla de errores de los expertos en los sumarios, por cuya razón, la judicatura está preocupada por fallos de bulto, peritajes comprados e informes contradictorios". Con independencia de otras recientes y polémicas sentencias, en las que los chorizos de guante blanco han salido demasiado bien parados y peor condenados, podemos afirmar que el temido poder judicial no está pasando por sus mejores momentos.

Tampoco la monarquía española está para repicar campanas. El notición del año y, sin duda, de los últimos lustros, lo ha protagonizado, ni más, ni menos, que el mismísimo rey de todas las Españas, Juan Carlos I, quien, acosado por tantos tropiezos físicos y de los otros, no ha tenido más remedio que arrojar la toalla de la jefatura del Estado y entregarle el testigo a su hijo Felipe. A las pocas horas de saberse la histórica noticia, ya se ponían en marcha peticiones de promover un referéndum sobre el futuro de la monarquía. Y mientras el incendiario conflicto de Can Vies del barcelonés barrio de Sants permanece en vía muerta, la ultraderechista Marine Le Pen soltaba por su boquita que quiere destruir la UE. ¿Hay quién dé más?

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