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Algunos estudiosos han señalado las desigualdades sociales como un factor importante para el desarrollo económico y social. Para otros es posiblemente el fenómeno más perturbador al que se enfrentan en este inicio del siglo XXI los sistemas políticos democráticos, así como también el propio sistema capitalista.
La desigualdad es la expresión de la fractura social y de la ruptura de la necesaria confianza en el conjunto del sistema. Sin confianza en el sistema es imposible la libre circulación de proyectos, y las relaciones sociales siempre encontrarán dificultades para desarrollarse. Es muy difícil tener confianza en un sistema que hace bandera de las desigualdades sociales.
Una forma de mantener las desigualdades es la de congelar la actividad económica y activarla solamente para una minoría. La inversión deficiente en educación es una forma de congelar la productividad
Según el planteamiento funcionalista, la educación aparece como un mecanismo que a través de la motivación de los individuos consigue la adscripción de las personas más capacitadas a las posiciones sociales que suponen unos conocimientos y unas responsabilidades mayores. Desde esta perspectiva, la educación, al mismo tiempo que ajusta recursos y necesidades según las exigencias del sistema social, representa un cauce de movilidad, un instrumento de igualdad social en base a la selección de los individuos por criterios de capacidad, de motivación y de esfuerzo personal.
La historia del desarrollo pone de manifiesto las insuficiencias de este planteamiento.
La llamada igualdad de oportunidades no es tal. Muchos chicos y chicas con una inteligencia natural innata quedan aparcados no sólo por falta de una dotación económica sino por falta del impulso social capaz de percibir las posibilidades de un ciudadano si tuviera un sistema suficiente de promoción. Las dotaciones económicas en forma de becas no son suficiente para el desarrollo social, se requieren además otras actitudes económicas y psicosociales para facilitar el progreso y el desarrollo. No es el trato igual de lo desigual lo que nos proporcionará una sociedad desarrollada.
La puesta en práctica de este principio requiere otras estrategias principalmente aplicadas desde la "educación de cero años". Todo ello con vistas a compensar las deficiencias provenientes del origen social; deficiencias que llevarían a los retrasos masivos, entorpeciendo el desarrollo generalizado.
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