Carlos Faruolo: “Debo pensar en dejarlo, ya son muchos años”

Entrega del premio a Carlos Faruolo

El diseñador de sonido hispano-argentino Carlos Faruolo Ángelo (Buenos Aires, Argentina, 1952) recibió ayer el Premio Especial del OUFF y hoy a las 11,00 horas imparte una clase magistral sobre sonido en el centro cultural Marcos Valcárcel. Ha participado en más de 200 películas y lleva dos décadas vinculado a Galicia. Empezó a trabajar en sonido para el cine en los laboratorios argentinos Phonalex en 1970. Después de varios premios nacionales e internacionales, piensa en retirarse. Faruolo está detrás del sonido de cintas como “Carmen”, de Carlos Saura; “Las bicicletas son para el verano”, de Jaime Chávarri o “Los santos inocentes”, de Mario Camus. Fue nominado al Goya a mejor sonido hasta en 13 ocasiones y lo ganó tres veces. A nivel internacional, además de una nominación al Bafta, en el 2000 obtuvo el premio al mejor sonido en el Festival Internacional de Cine de La Habana por “Un paraíso bajo las estrellas de Gerardo Chijona”. Su último proyecto es la película que inauguró el OUFF, “O home e o can”, de su amigo Ángel de la Cruz.

¿Cómo sienta un Premio Especial del OUFF?

Es único porque es un premio a una trayectoria, no a una película en concreto. Es probablemente el mejor premio que haya recibido en mi vida.

¿Cuál es su conexión gallega?

Empecé con “Sé quien eres”, de Patricia Ferreira. Luego llegó “Celda 211” y las series “Néboa” o “Final del camino”. He rodado mucho en Galicia y he pasado muchas vacaciones aquí.

Tiene tres Goyas por tres películas muy diferentes: “Berlín blues”, “Tango” y “Celda 211”. ¿Cuál fue el reto del sonido en cada una de ellas?

“Celda 211” fue la película que más trabajo me llevó, era un motín en una cárcel. Fueron seis meses de postproducción, dos meses de mezclas… Y las anteriores, “Tango” y “Berlín blues”, les tengo mucho cariño, pero el trabajo de sonido no fue tan especial como en “Celda 211”.

En alguna ocasión comentó que en “Celda 211”, el ruido de tantos motines le generaba miedo por si aquello cansaba al espectador. ¿Cómo lo solventó?

Sí. Cuando me llegó la película de montaje, con gritos y motines todo el tiempo, a los 10 minutos me quería ir. La gran dificultad era conseguir que el motín estuviera detrás de una puerta y el espectador no echara de menos no oírlo, cuando a la vez lo tenía a medio metro. Si no, era realmente agobiante.

Finalmente fue reconocido con ese Goya y un Mestre Mateo. Pero, ¿cree que, en general, la figura del diseñador de sonido es la del olvidado en los equipos?

Sí. El sonido empezó siendo el primo tonto del cine y ahora es el hermano pobre. Uno de los problemas es que la gente no piensa en sonido, no sabe cómo suenan las cosas. Londres y Barcelona no suenan igual que Madrid. Eso hay que inculcarlo a la gente, no solo viendo imágenes. Nos hemos acostumbrado a oír exclusivamente los diálogos, pero una película si te paras a oírla es mucho más rica de lo que la gente está acostumbrada a creer. No sabemos oír, solo escuchamos.

Y ahora que están en auge los pódcast, ¿no nota un cambio en la sociedad de cara a la importancia del sonido?

Sí. Es como lo que recuerdo de las radionovelas. Aquello era importante, yo oía radionovelas con mi abuela todas las noches. Solo tenías unos ruidos. Como no tenías imagen, no tenías más remedio que concentrarte en lo que oías. Ahora el cine se convirtió más en un circo.

¿Por qué? ¿Cree que la atención se desvía a muchos más lugares?

Sí. Y fundamentalmente, nadie le dice a la gente lo que tiene que oír. La gente imagina que el sonido es lo que sale del rodaje. La pértiga y ya está. Y eso solo es el 20% de la película, el otro 80% es que tú oigas lo que yo quiero que oigas. Quiero trasladarte con el sonido a un sitio. Es una lucha que yo creo que está perdida.

¿No cree que pueda experimentar un auge la figura del sonidista?

Mucho tendrían que cambiar las cosas. Imagina una película omo “Matrix” sin sonido. Sería absurdo. Sin embargo, nadie habla del sonido de “Matrix” porque se da por supuesto que el sonido ya está ahí. Y no lo está.

¿Cuándo decide que quiere ser sonidista?

Muy claro no lo tengo. Es verdad que cuando yo era pequeño, con siete años, miraba la televisión y me interesaba saber qué pasaba ahí, por qué oía eso. Y nunca quise ser actor ni presentador.

¿Qué puede adelantarnos de los proyectos que tiene ahora?

Mi proyecto maravilloso es “O home e o can”, la última película gallega en la que he colaborado. Es el broche de platino. Ángel de la Cruz es muy amigo mío y es el cine que siempre hemos querido hacer, el cine italiano de los 70. Donde hay cosas que te emocionen. Por lo demás, creo que tengo que pensar en ir dejándolo, son muchos años.

¿Se retira?

Bueno, lo que no tengo ganas es de hacer películas que no me gusten. No lo necesito ahora. Si los proyectos de Ángel de la Cruz se levantan, que parece que sí, me instalaría en Santiago y produciría películas aquí. Siempre he soñado con acabar mi vida en Galicia y probablemente lo consiga.

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