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LA NUEVA OURENSANÍA
Arrastrado por un linaje de gente de altos vuelos con origen en A Peroxa, acaba Nicolás Mackay Tejada, joven inglés con sangre escocesa y gallega, viviendo por estos lares. Vino a trabajar al local de su tío, sito en la avenida das Caldas, ayudando en los fogones a construir esa hamburguesa perfecta de la que ya su bisabuelo hablaba. Era este señor un hombre de Graíces, uno de los primeros pilotos en hacer vuelos comerciales Madrid-Nueva York en décadas pasadas, y tras papar del otro lado del mundo, le dio por sublimar tal bocado. “Solo le faltaría la tenreira galega”, opinó algún día, proponiendo una idea para mejorarla. La excelencia llegó de mano del nieto, que con carne de cachena trabaja. “Me apetecía trabajar en cocina, ahora estudio el ciclo superior en Vilamarín”, aclara. Vive en Seixalbo con su abuela y ahora mientras le da a las prácticas ayuda con la carta y las redes sociales. “Cada mes sacamos una hamburguesa diferente”, se oye a su tío de fondo, añade Nicolás que en esas innovaciones también mete mano.
“Ahora mismo me está encantando el pescado”, dice sobre sus gustos culinarios autóctonos. “Una buena merluza con allada”, añade, y parece que se le hace la boca agua. No podemos culpar al hamburguesero de querer algo de mar, si todo el día está rodeado de carnes. “No tengo miedo de probar cosas nuevas”, dirá más adelante, “quiero ser un chef, también en pastelería”, comparte una ambición. Está visto que con él nos movemos de plato en plato.
“Mi padre nació en Escocia y mi madre es de Galicia, yo nací en Southport, pero me crié en Chorley, dos pueblos en Inglaterra”, aclara. El salto de ahí a Seixalbo no le supuso un gran choque, porque compartimos con su origen verdor, lluvia y vacas. “Muy fácilmente vas y te pierdes en el campo”, dice sobre aquello. Retornó hace poco y comenta que tuvo dos días de sol de un total de diez diluviando. “Orballo”, elegirá como palabra top en nuestra lengua, un bellísimo vocablo. “Hay como setenta y cuatro palabras en ‘galego’ solo para describir la lluvia”, comenta que le dijo un pariente cercano.
“Me muevo un poco con todo tipo de gente, desde personas de aquí a un amigo de Ucrania”, dice sobre la red que va construyendo, aunque se nota que Ourense ya era un poco su casa.
“Me encantan las termas y hago calistenia”, explica un chico serio y sano, Nicolás no es mucho de cháchara. “Mi novia trabaja en barcos, entonces siempre está en un sitio diferente”, revela muy educado. Él viene a ser el que espera en el puerto, y ella la que atraca y zarpa.
“Su tamaño”, dice como virtud y defecto sobre Ourense, “todo está muy cerca, conoces a todo el mundo”, aunque reconoce que eso a veces puede ser también agobiante. Peor es que “siempre esté en obras”, opina Nicolás, mientras suena la excavadora de la calle.
“¡A ponte!”, elige un monumento ourensano Mackay Tejada, e insiste ojiplático “¡A ponte romana!”. No acredita que aquí tenemos mucha construcción para salvar el río Miño, y a los que vienen del Nuevo Mundo, les llamen más la atención los modernos materiales. “¡No, no, no… prefiero lo tradicional!, añade.
“Ahora estoy muy aquí”, dice tras descartar a San Andrés, patrón de Escocia, y quedarse con el Apóstol Santiago. Pero venga esa falda escocesa y el monstruo del lago Ness si le ponemos sobre la mesa una boina o a la Santa Compaña.
Conoce el magosto, la patata de Xinzo, pero por el momento se queda con el nabo. Hay un plato escocés que es como una androlla gigante, pero con asaduras de cordero y oveja, que se acompaña del puré de esta hortaliza blanca.
Le hemos hecho un test sobre Escocia, al que se ha criado en Lancashire. Pecamos de entender el Reino como si fuera algo unido, y Nicolás demuestra su entrega a la causa. “Vamos a intentarlo”, responde cuando se lo planteamos. Es lo que tiene ser hijo de tres naciones, al final ninguna es tan importante.
Germán Varela, el bisabuelo aviador de A Peroxa, nos anda sobrevolando mientras hablamos. En su día él también vivió en Madrid, pero “todo queda na casa”.
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